viernes, 15 de marzo de 2013

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La música, la artesanía y la medicina popular - FOTO 1. LOS AUROROS POR LA HUERTA DE MURCIA. FOTO F . FLORES ARROYUELO
FOTO 1. LOS AUROROS POR LA HUERTA DE MURCIA. FOTO F . FLORES ARROYUELO

Capítulo V. Actividades socio culturales

La música, la artesanía y la medicina popular

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La música

Desde un punto de vista musical, la Región de Murcia, fronteriza de Aragón, Castilla y Andalucía, así como tierra de acusados contrastes, y asimismo lugar de transición y asentamiento de diversas culturas, viene a ser una especie de crisol, en el que la presencia de estos condicionamientos ha ido dejando su huella. Al final, todo ha servido para que en ella, ese conjunto se haya reelaborado con una personalidad propia.
C omo se ha hecho notar en alguna ocasión, si pretendemos dividir este cuerpo de alguna proporción que da forma a lo que es su música popular, pronto vemos que debemos hacerlo fraccionándolo en dos secciones: la música de canto y la música de baile. El primer grupo está compuesto por música de melodías sencillas que, en gran parte, tuvieron su origen en la necesidad de encontrar un soporte que ayudase y acompañase a determinadas faenas agrícolas, de ahí su cadencia y consonancia, a las que debemos unir las que hacen referencia a determinados aspectos de la vida doméstica, mientras que, el segundo, es de mayor complejidad, pues no en vano descansa en unas participaciones instrumentales que resaltan claras influencias andaluza, castellana y valenciana.
Por ello, para la comprensión de la música popular, siguiendo el marco bosquejado por Emilio Tomás del Carmelo, debemos trazar, en primer lugar, un cuadro que muestre su desarrollo y definición dentro de la periodicidad anual. Dicho ciclo, en otoño con los cantos de salves reli- giosas, que son cantadas por los auroros en las misas de ánimas propias de los primeros días del mes de noviembre. A ellos le siguen los cantos propios de la Purísima, la Navidad con sus misas de gozo, de pastores, de gallo... así como de la candelaria.
Y, como contrapunto a dicha música, en la huerta de Murcia y en el Campo de Cartagena, suena la llamada de toque instrumentada de marchas, en la que se suceden los aguinaldos (alguinaldos); pasacalles... y que, en Barranda, reciben el ape- lativo de huesos, pudiendo ser lentos y rápidos.
En los días de carnaval, suenan los cantos de murga, de letras bur- lescas y desenfadadas, que han de situarse a cierta distancia de los cantos de ronda o de cortejo, así como de los mayos, que fueron traídos a la huerta de Murcia por Garrigós.
Durante el tiempo de cuaresma y Semana Santa encontramos la música de los auroros con las salves de pasión, entre las que destacan las que sus primeros versos dicen: Estando en el huerto orando... o la titulada La de los siete dolores..., así como las correlativas de Monteagudo que, hace poco tiempo, han sido recuperadas del olvido. Junto a ellas, tenemos los cantos procesionales, la del caracol de los armados de Aledo, la de burla de las grandes bocinas o pitos, y la de la gran bocina de Totana que suena en las noches de cuaresma para espantar a los espíritus impuros..., así como la saetas.
Junto a todo este cuerpo dispar de música, aunque sobresalga la religiosa, debemos recordar la propia de las distintas faenas, acompasada al ritmo melodioso de las diferentes labores, en la que se percibe un primitivismo sumamente expresivo, como son los cantes de arada, los de siega, los de recogida de oliva, de la seda, los de vendimia, de al- pargateras...
FOTO 2. BAILE POPULAR EN LOS CAMPOS DE MAZARRÓN. FOTO F. FLORES ARROYUELO
FOTO 3. MÚSICA DE CUADRILLAS. FOTO F. FLORES ARROYUELO
Hemos de tener en cuenta que siempre es el hombre el que saca a la mujer, pero ya en el baile es la mujer la que marca a voluntad las mudanzas dentro del palo musical, lo que hace que cada pareja tenga siempre su autonomía.
FOTO 4. BAILE DE PARRANDAS EN EL BANDO DE LA HUERTA. FOTO F. FLORES ARROYUELO
Junto a la música, debemos referirnos a la propia de bailes que se compone de tres palos: la jota, el fandango y la seguidilla. La jota tiene como variante la hierbabuena. El fandango tiene la malagueña que, a su vez, puede darse en las siguientes modalidades: estilo granadino, el verdial, el de tonalidades antiguas, en mi mayor, la cifrá, en si mayor, la de Juan Breva, o de abajo, en fa sostenido, así como los mayos. En cuanto a la seguidilla, están los siguientes tipos: la manchega, la pa- rranda, la pardica, la torrá, la gandula, la paulata, y la perete.
Respecto al baile, que siempre ha sido entendido por el pueblo como una reunión social en la que se cumplen determinados ritos, hemos de tener en cuenta que siempre es el hombre el que saca a la mujer, pero ya en el baile es la mujer la que marca a voluntad las mudanzas dentro del palo musical, lo que hace que cada pareja tenga siempre su autonomía.
El baile de la seguidilla llegó a Murcia durante el siglo XVI, aunque fue en el siglo XVIII cuando se popularizaron otros bailes, debido a la difusión que de ellos se hicieron por los maestros boleros que los enseña- ron por pueblos y caseríos, como fueron los boleros y las sevillanas. En activo quedan dos de ellos, Anastasio Leandro y Pedro Leandro y, como tal, aplican el siguiente orden de enseñanza de baile: malagueña 1ª, sevillana, jota, malagueña doble, y malagueña de tres, malagueña torera y bolero.
Por lo que se refiere a los instrumentos más utilizados por las cuadrillas y en los bailes populares, figuran: la guitarra mayor de 5 órdenes, de 8 o 10 cuerdas de tripa de ternera; La guitarra menor, que marca el contra-canto a la guitarra mayor y se afina a partir de las primeras cuerdas de ésta en el quinto traste, y que suele tener algunas cuerdas metálicas llamadas chillonas; el guitarro es de ocho y diez cuerdas, y también la guitarra de ánimas que tiene once cuerdas.
No faltan el violín y la bandurria, o el laúd. En tiempos pasados, se utilizaron también la cítara y el salte-rio. Los instrumentos de viento son la flauta y, en contadas ocasiones, la dulzaina. Los de percusión son las castañuelas o postizas, la pandereta de piel cabra con sonajas de latón, los platillos de bronce o hierro, el triángulo, la carrasquilla o la caña rajada, la campana, los cascabeles...
En cuanto a los bailes, por ser Murcia territorio de paso de numerosos pueblos, se ha querido ver en ellos reminiscencias moriscas y visigodas, aunque lo que parece más cierto es que su desarrollo muestra una influencia castellana que se hace sentir durante el siglo XVI con las seguidillas, y más adelante, ya en el siglo XVIII cuando verdaderamente se afianzan otras como la aragonesa, la andaluzas... que, en buena parte, lo hacen gracias a la labor de los maestros boleros que difundieron nuevas maneras tanto en la nobleza como en el pueblo.
Al final, en Murcia, vinieron a tomar forma con carácter propio algunos de estos bailes como la parranda, que pasó a figurar junto a malagueñas, fandangos, pardicas, baile del zángano, jotas, manchegas... Y durante el final del siglo XIX y comienzos del XX, junto al cante, se hace sentir la influencia andaluza en el baile, sobre todo en el ámbito de Cartagena y Mazarrón...

El trabajo tradicional

Durante siglos, los diferentes trabajos tradicionales, que en nuestros días se consideran artesanales, tuvieron el sello indeleble de ser producidos por la habilidad de las manos de los menestrales, así como por la utilización de determinadas herramientas. También, del empleo de má- quinas complejas, independientemente que hoy puedan parecer primarias. Dichas labores llegaron a caracterizarse, en la sociedad del antiguo régimen, como algo que era patrimonio del estamento popular que, a su vez, estaba estructurado sobre diferentes compartimentos gremiales, siempre cerrados, en los que se daba un orden jerárquico, que comprendía desde el maestro hasta el aprendiz que se iniciaba en el trabajo.
Todo ello, a su vez, redundó en que los trabajos del labriego u hortelano en la tierra o en la seda, o el de los alfares, modelando los diferentes utensilios de barro necesarios en todo hogar, o los herreros encontrando la forma en la forja, o los carpinteros tallando la madera, o los sopladores con la masa incandescente del vidrio..., participasen de unos conocimientos y patrones considerados secretos por ser propios, según los escalonados grados de los diversos oficios. Ello hizo que se sintiesen partícipes de una sabiduría que había ido a dar en ellos después de haber sido transmitido de generación en generación.
FOTO 5. PASO A PASO DADO EN LA CEÑA DE PIE SE SUBE EL AGUA DE LA ACEQUIA AL BANCAL. FOTO F. FLORES ARROYUELO

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