LOS ORIGENES
En un siglo en el que asistimos a
impresionantes y sorprendentes descubrimientos y avances, tanto
científicos y tecnológicos como sociales, y en el que podríamos llegar a
descubrir, incluso, el origen del Universo, persisten otras incógnitas
quizás más modestas e intrascendentes, pero igualmente elusivas, como es
el origen de los naipes. Al igual que todo aquello que está envuelto en
el misterio –o, más bien, en el desconocimiento– no han faltado
extravagantes teorías ocultistas, iniciáticas o teosóficas, que tanto
atribuyen su invención a los egipcios (y de ahí a los gitanos
–“egipcianos”–, etc.), como a Buda, o al mismísimo Satanás, quien los
habría creado con el luciferino fin de hundir a la Humanidad en una
irrefrenable espiral de vicio y ludopatía que la apartara
definitivamente del recogimiento divino y de la virtud cristiana; afán
que quizás haya conseguido, aunque por otros medios algo más sutiles y
sofisticados.
Estas indocumentadas teorías han calado,
sin embargo, en prestigiosos intelectuales y exitosos e incautos
literatos que, sin rubor alguno, no dudan en introducir alegremente en
sus afamadas obras –y aclamadas por su “rigor histórico”– tarots y
echadoras de cartas en tiempos tan oscuros y remotos como los de, por
poner sólo un ejemplo, el rey Pedro II de Aragón (1178-1213) –del Cine,
mejor ni hablamos–.
Por cierto, y aunque adelantemos acontecimientos, el hoy tan vulgarizado, mil veces rediseñado y mistificado tarot,
no es sino una reinterpretación renacentista de la baraja de toda la
vida –creado para un juego específico destinado al entretenimiento de la
poderosa nobleza florentina– al que se la han añadido 22 naipes
simbólicos, aparatosamente llamados hoy en día “arcanos mayores”, aunque
originalmente se les conociera simplemente como “triunfos”; por otra
parte, la utilización sistemática del tarot con fines advinatorios es un
reciente invento francés que no va más allá del siglo XIX.
Lo más cómodo y socorrido en caso de
duda, es atribuir la invención de cualquier artefacto, producto o
sistema a la milenaria cultura china y a sus ingeniosos súbditos;
incluidos, por supuesto, los escurridizos naipes. Atribución, en
principio, quizás no tan descaminada.
De los chinos sabemos dos cosas ciertas:
que inventaron el papel moneda, allá por el siglo VII, y que se jugaban
–siguen en ello– hasta los palillos con que consumían el ineludible y
cotidiano arroz. Los billetes, aunque obviamente de distinto valor, eran
todos del mismo tamaño y estaban impresos sólo por una cara, lo que
facilitaba que se pudiera jugar
y apostar con ellos a algo así como "la carta más alta", ganando y
quedándose con el billete del contrario el afortunado hijo del Imperio
que presentara el de mayor valor; mecanismo que, por supuesto y como en
la misma baraja, admite múltiples pro- cedimientos y combinaciones. De
este inocente proceso podrían haberse derivado los distintos valores y
series que dan origen a la baraja. Muy posteriormente, los siempre
inquietos chinos crearon complicadísimos juegos (como el popular "mil
veces diez mil") con innumerable cantidad de cartas llenas de bellísimas
caligrafías, flores, pajaritos, poemas y bucólicos paisajes; mientras
hoy –como en casi todo el mundo– estos naipes están acaparados por
atractivas y desinhibidas señoritas de indiscutible corte oriental.
La feliz idea pudo pasar a la vecina
península indostánica donde, con la habitual y excesiva ornamentación
hinduista y –según algún erudito inglés de matiz colonialista– basándose
en el ya conocido ajedrez, se añadirían diferentes figuras,
adjudicándoles un valor determinado, jerárquico y escalonado a cada una
de ellas, así como creando diferentes series (palos) combinatorias.
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Naipes chinos, impresos a principios del siglo XX, basados en el antiguo papel moneda. |
Los naipes hindúes son redondos y,
generalmente, pintados a mano sobre cuero o cartón endurecido, variando
su imaginería y com- posición dependiendo del juego al que estén
destinados; siendo el "d'asavatara" es el que más se aproxima a nuestro
actual concepto de baraja, compuesto por diez series (las diez –dicen–
encarnaciones de Vishnu), for- madas por elementos tales como peces,
conchas, lotos, arcos, vasijas, etc., de doce cartas cadauna: dos
figuras –rey y visir–y diezcartas numerales que comprenden del uno al
diez.
Pero parece ser que fue en Persia donde
la baraja adquirió su forma definitiva, esto es: cuatro palos compuestos
de tres figuras y nueve cartas numerales, lo que representa 48 naipes
por mazo que, según las circunstancias, pueden ampliarse a 52 ó 56 ó
reducirse a 40. También se especula con que la simbología de estos
cuatro palos pudiera estar relacionada con el polo, deporte nacional de
los persas –que incluso llegó a practicarse alegremente con las cabezas
decapitadas de sus enemigos–; así, los oros corresponderían a la pelota
utilizada en el juego, las copas al trofeo obtenido por el vencedor, las
espadas a la virilidad o nobleza del jugador, y los bastos al palo
empleado para golpear la pelota... y todo esto no es tan disparatado
como pudiera parecer a simple vista. En el museo "Fournier" de Vitoria
se conserva la que se considera como la baraja más antigua que ha
llegado a nuestras manos; data de principios del siglo XV y es de
probable origen catalán.
En esta baraja, los oros muestran una
costura que los asemeja a pelotas pero también a cascabeles; las copas
tienen forma de caliz, pero también de bellota; el as de espadas
contiene tanto esta arma –partida por la mitad– como una hoja; por
último, los bastos son inequívocos palos de polo o hockey. Que de aquí
derivan nuestros cuatro palos tradicionales –correspondientes al sistema
latino, que incluye la Península Ibérica e Italia– admite pocas dudas;
pero tampoco puede sorprendernos que, asimismo, en Centroeuropa
adaptaran estos otros cuatro símbolos: cascabeles, bellotas, hojas y
corazones. Aceptada ya la más que probable influencia persa en nuestra
baraja, sólo queda intuir que ésta fue conocida por los árabes –vía
Turquía– y, a través de ellos, expandida a todo el Mediterráneo;
hipótesis que, hoy por hoy, está por demostrar.
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Naipes indios para el juego "d'asavatara". |
Primera baraja conocida, que se
conserva en el museo "Fournier" de Naipes de Vitoria, y en la que ya es
posible distinguir los palos que se harían populares en toda Europa a
partir del siglo XV.
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Cuatro naipes de la baraja conocida
como "Mamluk" que se conserva en el museo Topkapi de Estambul. La baraja
data del siglo XV y es de indudable estética musulmana, integrando los
oros, copas, espadas... y palos de polo en la profusa ornamentación
propia de las culturas orientales.
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LAS EVIDENCIAS
Aparcando ya las conjeturas, disponemos
de dos fechas claves que nos evidencian dos certezas: los naipes no eran
conocidos en 1280 y sí lo eran en 1371. No lo eran en 1280, año en el
que el meticuloso monarca Alfonso X el Sabio redacta su famoso y
documentado tratado "Libro de los Juegos" y en el que los naipes no
aparecen por capítulo alguno debido a su evidente inexistencia. Por otra
parte, en una ordenanza dictada en la ciudad suiza de Saint Gallen en
1364 se prohíben todo tipo de juegos, citándolos por sus nombres, pero
sin mencionar en ninguna claúsula a los –según se desprende–
desconocidos naipes. Sí lo eran ya en 1371, año en el que, por primera
vez, el poeta catalán Jaume March incorpora la palabra "naip" en su
"Llibre de Concordances", haciéndola rimar con términos como "garip",
"xorip" o "estip"; asimismo, no es ocioso destacar que el castellano y
el catalán son los dos únicos idiomas que poseen una palabra específica
para designar a lo que en otros países se denomina simplemente "cartas
de juego".
Con la apertura a finales del siglo
pasado de los archivos de algunos países de la extinta Europa del Este,
se ha intentado demostrar con documentos procedentes de Bohemia que los
naipes eran ya utilizados a principios del siglo XIV; pero son escritos
posteriores que se refieren a otros escritos, por lo que no proporcionan
credibilidad alguna al tratarse, sin duda alguna, de interpolaciones
ulteriores. No estamos en condiciones de afirmar que los naipes se
dieron a conocer precisamente en 1371, pero sí que es a partir de esa
fecha –que podemos ampliar al último tercio del siglo XIV– cuando
proliferan los documentos en prácticamento toda la Europa culta que se
hacen eco de la aparición de un "nuevo juego" que, en lengua sarracena,
se denomina "naib", palabra confusa que tanto puede significar
"gobernador", como "el que representa" o "el que juega".
Consecuentemente, no tardan en aparecer
decretos –en 1382 (Lille y Barcelona) y 1384 (Valencia)– que prohíben
expresamente la práctica de este adictivo pasatiempo; pero también
figuran mencionados en varias facturas y testamentos de la época,
incluyéndolos en el apartado de objetos valiosos, ya que –hasta que se
empezaron a imprimir por medios xilográficos a principios del siglo XV–
éstos se elaboraban totalmente de forma manual por un nuevo gremio, que
ya se cita en 1380, con el apelativo –evidente– de "naipero".
COMPOSICIÓN DE LA BARAJA
Una vez perfectamente aclimatados –con
más o menos problemas legales– los naipes en Europa, éstos adaptaron,
básicamente, los dos sistemas que ya hemos mencionado: el latino y el
centroeuropeo, más una localista interpretación suiza que se inclinó por
los cascabeles, escudos, flores y bellotas. No faltaron en aquellos
primeros tiempos interpretaciones más originales, ya que a los cuatro
palos se les podía aplicar cualquier cosa; y así aparecerieron barajas
cuyas divisas eran animales, flores, casas reinantes o cualquier otro
elemento digno de ser representado. Por otra parte, el hoy mundialmente
utilizado sistema francés, conocido por sus diamantes, corazones, picas y
tréboles, no es sino una adaptación tardía de la simbología latina,
ideada con el práctico fin de abaratar los costes de producción e
impresión.
Cuatro naipes de la famosa baraja
austriaca, compuesta por 48 cartas, conocida como "Hofämterspiel", en la
cual los palos habituales han sido sustituidos por los emblemas de las
casas reales dominantes en el siglo XV: Francia, Alemanía, Bohemia y
Hungría. La numeración de las cartas representa los distintos órdenes
sociales, correspondiendo el I al más bajo (el loco o bufón) y el XII al
rey o emperador. Curiosamente, el IX, que es la autoridad militar, está
supeditado al X que figura como la autoridad civil.
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El sistema latino de oros, copas, espadas y bastos,según una baraja impresa en Madrid, en 1792, por Félix Solesio.
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El sistema alemán, también adoptado
en otras regiones centroeuropeas, de cascabeles, corazones, hojas y
bellotas, según una baraja impresa en Leipzig en 1885 por Wezel and
Naumann y editada por T. O. Weigel.
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Cuatro ases del sistema suizo de
cascabeles, escudos, flores y bellotas, según una baraja impresa en
Schaffhausen por David Hurter a mediados del siglo XVIII.
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El sistema francés, adoptado
internacionalmente, de diamantes, corazones, picas y tréboles, según una
baraja impresa en París por B. P. Grimaud en 1860.
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Efectivamente, el esquematizar los
dibujos en formas prácticamente geométricas, y empleando tan solo dos
colores –el negro y el rojo–, se reducían drásticamente los gastos de
grabado, impresión e iluminación, lo que facilitaba el tirar por una
parte los pliegos con las cartas numerales, ya con su color, y por otra
el de las figuras. Hoy en día, los cuatro sistemas que permanecen –en lo
que conocemos como cultura occidental– son: el francés (más conocido
actualmente como inglés o internacional), aceptado en todo el mundo y el
único empleado en los casinos; el latino, utilizado en España, Italia,
Hispanoamérica, Filipinas y norte de África; el centroeuropeo, que
abarca principalmente a Alemania y a Austria, pero también a algún país
de su ámbito de influencia; y el suizo que, como su nombre indica, sólo
es utilizado por los prósperos ciudadanos de la Confederación Helvética.
Ya hemos hablado del tarot y de como, en
un principio, se trataba simplemente de un mazo creado para un juego
muy concreto –y ciertamente complicado–, al que se le habían añadido 22
cartas adicionales de una simbología muy definida que, probablemente, ya
eran conocidas y utilizadas previamente. El mazo principal se componía
de 56 naipes, ya que cada palo tenía diez numerales y cuatro figuras:
sota, caballero, reina y rey. Los primeros tarots eran un artículo
refinado y de auténtico lujo, creados como cuadros en miniatura por
renombrados artistas renacentistas como Bonifacio Bembo, en los que no
escaseaba el oro ni los materiales más preciados, y que podían
constituir el perfecto regalo de bodas entre la pujante nobleza
transalpina; no falta, incluso, quien atribuye al florentino Sandro
Botticelli la realización de alguno de estos primitivos y refinados
tarots que, con materiales y procedimientos más modestos, no tardaron en
popularizarse en toda la península italiana, Francia y Suiza.
Este lúdico invento encandiló también a
los centroeuropeos, pero aplicándole una filosofía particular y con
menos zarandajas –pretendidamente– esotéricas: las 22 cartas simbólicas
se trasformaron en series temáticas que podían abarcar cualquier asunto
(oficios, naturaleza, geografía, ciencia, política. etc.) y, dependiendo
de las circunstancias y del tipo de juego al que fueran destinados, el
número de cartas podía abarcar desde 42 a 78; asimismo, y para
distinguirse de sus vecinos del Sur, denominaron a estos mazos tarocks.
Tarot diseñado en 1450 por el pintor y
miniaturista bresciano Bonifacio Bembo (activo entre 1447 y 1477) con
motivo de la unión matrimonial de las familias Visconti y Sforza.
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Tarock austriaco basado en escenas campestres ("Industrie und Glück"), impreso en Viena por Franz Adametz en 1948.
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MÉTODOS DE IMPRESIÓN
Como ya hemos afirmado, en un principio
las barajas fueron solamente accesibles a las clases económicamente
potentes (del comercio, la burguesía o la nobleza) que podían
permirtirse el oneroso dispendio de pagar a un miniaturista que les
diseñara, dibujara e iluminara una serie, no inferior a 40, de pequeños
cuadros. Pero no faltó el avispado artesano que se percatara de que el
pueblo llano –habitual de las casas de juegos o tafurerías– también era
un potencial –y un sector mucho más amplio– consumidor, proclive a
disfrutar de las múltiples excelencias, combinaciones y avatares de este
"nuevo juego"; por lo que no tardaron en imprimirse barajas mediante la
más accesible xilografía o moldes de madera –que ya era utilizada para
la estampación de grabados religiosos– y coloreados mediante el burdo
sistema "a la morisca" (como se puede comprobar, lo musulmán no deja de
estar presente en todo este asunto), consistente en embadurnarse cada
dedo de la mano de un color distinto e ir aplicándolo –a la buena de
Dios– en las zonas más o menos adecuadas. Un método de iluminación algo
más sofisticado era el estarcido, es decir, la utilización de patrones
de cartón endurecido –uno por color– y oportunamente troquelados, sobre
los que se pasaba una brocha con el tono correspondiente, quedando
pigmentada en el pliego la superficie vacíada en el cartón.
Aunque pueda parecer extraño, este
sistema de impresión e iluminación estuvo vigente entre muchos naiperos
hasta el último tercio del siglo XIX, cuando ya las técnicas de
estampación habían cambiado de forma radical. En efecto, a finales del
siglo XVIII el alemán Senefelder inventó la litografía, método basado en
la incompatibilidad entre el agua y el aceite, mediante el cual se
efectuaba un dibujo con pintura oleosa en una piedra conveniente
preparada la cual, posteriormente humedecida, transfería el diseño a la
superficie dispuesta para su impresión. Este sistema permitía imprimir
cuantos colores se quisieran –uno por piedra– con la ventaja de poder
trabajar con degradados y difuminados; asimismo concedía más libertad y
soltura al artista, que podía emplear diferentes técnicas de expresión.
La primera baraja litográfica estampada
en España fue la "Constitucional", impresa en Barcelona en 1822 como
homenaje a la Constitución gaditana de 1812; pero no fue hasta la
segunda mitad del siglo XIX cuando se popularizó la litografía y
cromolitografía en los talleres naiperos, dando lugar a una serie de
espectaculares barajas temáticas que bien merecen definir a esa centuria
como el "Siglo de Oro de la Baraja Española" (y Europea). A partir del
segundo tercio del siglo XX la litografía fue paulatinamente abandonada
en favor de los nuevos sistemas mecánicos de impresión basados en la
cuatricomía –el huecograbado y el offset– que proporcionaron mayor
rapidez y menor gasto, pero también una irreversible pérdida de calidad y
de matices, imposibles de obtener con los cuatro colores básicos.
No debemos olvidarnos de una limitada y
bellísima serie de barajas que se crearon en Madrid a principios del
siglo XIX, a la sombra de la recientemente fundada Escuela de
Grabadores: finamente perfiladas y talladas al cobre o al acero por los
más prestigiosos artistas y grabadores de su tiempo eran, una vez
estampadas, delicadamente iluminadas a mano, por lo que cada ejemplar se
manifiesta como una pequeña obre de arte, única e irrepetible,
representando además temas tan atractivos como la mitología, la
geografía o la estética neoclásica tan difundida en esos años de
influencia francesa.
Baraja anónima, impresa en Sevilla en 1672 con moldes xilográficos y coloreada mediante un elemental estarcido.
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Baraja "Constitucional", impresa en Barcelona el 28 de abril de
1822 mediante litografía e iluminada principalmente de forma manual pero
también con partes estarcidas. Fue diseñada y grabada por Simón Ardit y
Quer, estampada en los talleres del Diario de Barcelona –que tenían la
exclusiva del sistema inventado por Senefelder– y montada por el naipero
Jaime Sandiumenge y Oliver. Dedicada a la Constitución de 1812, los
palos habituales, denominados Constitución, Fuerza, Justicia y Unión, se
sustituyeron por libros constitucionales, bombas, sables y caduceos. En
las sotas y caballos se muestran a diversas figuras del liberalismo
español.
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Baraja "Mitología Satírica", dibujada y grabada por el ilustrador
barcelonés Ramón Puiggarí (1820-1894) e impresa en cromolitografía a
"la tiza" por la litografía de J. Alier. Valiéndose de personajes y
situaciones de la mitología greco- romana el gran dibujante satírico
Ramón Puiggarí representa tipos populares y acontecimientos
contemporáneos, como pueden ser las devastadoras guerras carlistas o el
eterno conflicto entre el liberalismo y las fuerzas reaccionarias.
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Baraja "Cuatro Civilizaciones", grabada en plancha de cobre por
Juan Carrafa (1787-1869), impresa en Madrid por Joaquín León en
1811–reinando en España José I Bonaparte– e iluminada a mano. Con
símbolos franceses, los corazones están dedicados al Oriente Medio, los
diamantes a China, las picas al Imperio Español, y los tréboles a
Napoleón.
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LOS TIPOS DE LA BARAJA
A
grandes rasgos, las barajas se dividen, para todo el mundo, en dos
grupos principales: populares y de fantasía. Llamamos barajas populares a
las que, siguiendo un modelo determinado, han sido adoptadas y
reconocidas por los jugadores a través del tiempo y de las modas; para
entendernos: aquellas barajas con las que "se juega". Cada país, cada
región, ha tenido o tiene su modelo propio aunque, lamentablemente, la
actual y perversa tendencia unificadora haya arrasado con la mayoría de
ellos. Centrándonos en España, desde un principio hubo diferencias entre
las barajas con las que se jugaba en Madrid, Sevilla o Cataluña;
posteriormente, se crearon diferentes modelos regionales que, partiendo
todos de un tronco común que podemos denominar modelo "nacional",
adquirieron características propias que conocemos como "catalán",
"gaditano", "valenciano", "madrileño" o "castellano", por citar sólo los
más importantes. Pero también existen otros tipos de barajas basadas en
un modelo creado por un determinado fabricante –como pueden ser los
diseños concebidos a principios del siglo XIX por Clemente de Roxas o
por la dinastía Maciá– o también en ciertas características específicas
–el modelo "Caballería" o el "Bolsa del Dinero"– y que han obtenido el
favor popular, extendiendo su influencia durante años y generaciones.
Hoy, todo eso ha quedado en el olvido, y los jugadores españoles sólo
conocen la omnipresente baraja de Heraclio Fournier –radicada en
Vitoria, pero de capital totalmente estadounidense–, la de la ya
desaparecida casa Comas de Barcelona y, en menor medida, la de Maestros
Naiperos de Valencia.
Baraja impresa en Madrid en 1824 por Raymundo García y que dio
origen al modelo "Madrid" o "García", vigente hasta la primera década
del siglo XX. Tuvo escasa repercusión en el resto de la península.
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Primera
baraja conocida del modelo "Cádiz", impresa en 1824 por el gaditano
Mariano Maffei. Es característico de este modelo la indumentaria
"contemporánea" de las figuras, asi como la frase "Ahí va" a los pies
del caballo de copas. Con numerosas variantes, este modelo fue producido
–principalmente para la exportación– por un buen número de fabricantes,
sobre todo gaditanos, pero también en la mayoría de obradores
peninsulares hasta mediados del siglo XX. Hoy sigue vigente en algunos
países sudamericanos y en Filipininas.
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Baraja impresa por el valenciano José Argente en 1850 según las
peculiaridades del modelo "Valencia", caracterizado por figuras de baja
estatura y cabeza algo desproporcionada. Este modelo tuvo escasa
difusión fuera de los obradores levantinos, pero también fue adoptado
por algún fabricante madrileño e influyó un una de las variantes del
modelo "Cádiz". Estuvo vigente, aunque con escasa representación, hasta
el primer tercio del siglo XX.
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Aunque perteneciente al escaso y exclusivo número de modelos
grabados al acero e iluminados a mano de principios del siglo XIX, esta
baraja de corte neoclásico, diseñada en 1810 por el grabador madrileño
José Martínez de Castro (activo entre 1795 y 1819), tuvo una enorme
repercusión no sólo en España, donde fue reproducida por un gran número
de fabricantes –aunque por métodos algo menos sutiles–, sino también en
Italia, donde todavía hoy es el modelo oficial de la isla de Cerdeña. Se
le conoce como modelo "Roxas-Cerdeña", tanto por Clemente de Roxas, uno
de sus primeros impresores, como por su arraigo en la isla corsa.
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El
modelo "Caballería" es uno de los menos representados y su difusión
apenas pasó de los obradores madrileños. Su característica principal es
el atuendo militar con el que van uniformados los caballeros y la sota
de espadas, mientras que las otras tres sotas semejan, más bien,
cantineras. Este raro ejemplar, impreso en xilografía e iluminado a
mano, fue estampado por el madrileño Andrés Castellanos en 1829.
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Baraja de Fantasía
La baraja de fantasía es aquella que
adapta los palos y figuras tradicionales a diferentes motivos, bien sea
con un propósito didáctico, propangadístico, político o simplemente
estético, y –como es fácil entender– pueden representar cualquier tema
imaginable. No suelen ser barajas aceptadas por los jugadores habituales
–colectivo extremadamente conservador y al que incomoda toda variación
sobre lo ya establecido–, pero en este grupo cabe incluir los ejemplares
más bellos, originales y sorprendentes que haya producido no sólo la
naipología, sino cualquier manifestación artística del ser humano. Ya
hemos hablado de las primorosas barajas de principios del siglo XIX;
pero a lo largo de toda esa centuria y principios del siglo XX se
crearon auténticas obras de arte y buen gusto, salidas de los obradores
de Barcelona, Valencia, Cádiz, Burgos, Vitoria o Madrid, muchas de ellas
utilizadas –al igual que los cromos– como reclamo publicitario para
promocionar la industria chocolatera, por lo que han sido incluidas en
un subgrupo acertadamente conocido como "barajas del chocolate".
Baraja político-satírica editada por el
periódico "La Broma" e impresa por la Tipo-Litografía del Universo en
Madrid en 1875. La baraja representa la situación política y social en
España durante la Segunda Guerra Carlista y muestra caricaturas bastante
ácidas de políticos en todos los ases y figuras, mientras que en el
resto de los naipes no faltan literatos, militares, toreros y más
políticos, componiendo un total de 89 retratos. Éstos son obra de
Eduardo Sáenz Hermúa (1859-1898), más conocido como "Mecachis",
ilustrador –e incluso editor– habitual en las abundantes revistas
satíricas de la época, aparte de practicar la pintura y la dramaturgia.
Es esta la primera baraja en la que se aprovecha el reverso para
promocionar diferentes casas comerciales; en este caso La Margarita de
Loeches (agua purgante), A. Vallejo (muebles) y San Román (Vinos).
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"Nueva Baraja Taurina", diseñada por
Pedro Maldonado, litografíada por Julio García e impresa en Madrid, en
1885, por la Imprenta y Litografía de González. En todas las cartas se
muestran retratos de matadores, picadores y banderilleros
contemporáneos, así como diversos lances taurinos. Los oros integran
hierros y nombres de ganaderías, las copas son cabezas de picadores, las
espadas estoques y los bastos banderillas. De las varias barajas
taurinas editadas en esos años finiseculares destaca ésta por la calidad
y modernidad del dibujo y la limpieza y ajuste de la impresión. Con
estos mismos motivos se realizó una versión para cajas de cerillas.
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Magnífica
baraja cromolitográfica editada como soporte publicitario para los
chocolates "El Barco" de Valencia. Fue preparada litográficamente por
Alfonso Paris Luna, dibujada por el gran ilustrador y cartelista
valenciano Enrique Pastor Cortina, y admirablemente impresa en 1890 por
el naipero Simeón Durá. Estamos, sin duda, ante una de las barajas mas
bellas de toda la naipología española, llena de colorido, originalidad y
gracia, en la que todos los naipes destacan por algún motivo: los oros
son margaritas; las copas, jarras de chocolate; las espadas sustituyen
las empuñadoras por cabezas de payasos; y los bastos están rematados por
cabezas de perros..
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El excelente dibujante valenciano
Antonio Vercher Coll (1900-1934) diseñó esta limpia baraja para la casa
Gráficas Valencia S.L. en 1920. Los oros están dedicados al fútbol; las
copas, al cine; las espadas, a la tauromaquia; y los bastos, al boxeo.
Los reversos muestran diferentes lances futbolísticos y, como en tantas
otras barajas valencianas y catalanas destinadas a la publicidad, se
reserva un recuadro en blanco para imprimir el nombre de distintas casas
comerciales.
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"Baraja Geográfica de las 49 Provincias
de España", grabada en plancha de acero, iluminada manualmente, e
impresa en 1840 por la librería Viuda de Calleja e Hijos, de Madrid. La
baraja, de tamaño más grande del habitual, se editó con fines didácticos
con motivo de la reforma administrativa y geográfica de España,
promovida en 1833 por Javier de Burgos, secretario de Fomento del
ministro Cea Bermúdez.
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LOS FABRICANTES
En un principio, la artesanal industria
naipera se desarrolló principalmente en Sevilla, Madrid y Barcelona –con
fuerte influencia del mercado francés–; extendiéndose posteriormente a
otras poblaciones y creando auténticas dinastías denaiperos, alguna de
las cuales se mantuvo a lo largo de cuatro siglos. Es el caso de los
Rotxotxo, de Barcelona, donde también dejaron su huella los Comas,
Maciá, Samsó, Torras y Lleó, Sanmartí, Guarro y tantos otros; en Madrid
dominaron los Castellanos, García, Gombau y Estrada; en Valencia fueron
los Bau, Argente, Manaut y el gran Simeón Durá los que dieron forma y
prestigio al naipe valenciano; los gaditanos Maffei, Chavarría, Olea o
González internacionalizaron el racial tipo "Cádiz", exportándolo a todo
el mundo. Incluso un lugar tan apartado como la sierra de Cameros
logroñesa tuvo su representación naipera con los Pinillos y los Vallejo.
Pero, seguramente, la familia más famosa en este campo es la de los
Fournier quienes, oriundos de Francia, se instalaron en Burgos en 1860,
creando la sociedad "Fournier Hermanos" y compitiendo, en esa misma
capital, con los Moliner.
En 1868, y mientras su hermano Braulio
permanece en Burgos, Heraclio marcha a Vitoria y, poco a poco, levanta
la potente industria que ha sobrevivido hasta nuestros días; bien es
cierto que con empuje, iniciativa y tesón, pero también ejerciendo una
priviligiada situación casi monopolista beneficiada por nuestra
olvidable contienda civil. Como ya hemos adelantada, esta centenaria
firma fue mayormente intervenida en los años ochenta del pasado siglo
por la norteamericana United States Playing-Card Company aunque,
afortunadamente, el extraordinario museo creado por Félix Alfaro
Fournier se mantuvo en la capital alavesa.
La casa Comas, fundada en Mataró en
1781, se vendió en 2010 a la francesa Carta Mundi; mientras que la
valenciana Maestros Naiperos Españoles pertenece al potente grupo France
Cartes.
Una de las primeras barajas conocidas de
la familia Comas, impresa por Pedro Comas y Ricart en 1847; encuadrada
dentro del más clásico modelo "Catalán", lleva estampado el timbre del
impuesto de rentas obligatorio en esos años.
Primera baraja realizada por los
Hermanos Fournier; impresa en una incipiente y no muy ajustada
cromolitografía en Burgos, en 1867. En ella intervinieron los tres
hermanos fundadores: Gervasio, Heraclio y Braulio.
No vamos a extendernos con la nómina de
fabricantes extranjeros porque la lista sería interminable; pero no
podemos dejar de citar a los alemanes B. Dondorf –seguramente el naipero
más fino, elegante, riguroso y perfeccionista de cuantos hayan
existido– y C.L. Wüst; a los austriacos F. Piatnik y J. Glanz; a los
ingleses T. de la Rue y Ch. Goodall; al francés Grimaud; a los italianos
F. Gumppenberg y F. Solesio; al suizo J. Müller; al mexicano C.
Jacques; y a los estadounidenses A. Dougherty y S. Hart. También en
Bélgica hubo una muy importante actividad naipera desde principios del
siglo XIX, centrándose toda la producción en la industrial población de
Turnhout.
Impresionante baraja, conocida como
"Tarot Microscopique", impresa en una soberbia cromolitografia por
Bernhard Dondorf (1833-1933) en Frankfurt, en 1870; compuesta por 78
naipes, cada palo representa a los reinos más poderosos de la época con
sus principales gobernantes, artistas, filosófos y científicos:
Alemania, Rusia, Francia e Inglaterra; asimismo, en los ases se muestran
los principales monumentos de estas cuatro naciones.
PARA SABER MÁS
Hay un buen número de libros dedicados a
los naipes, aunque la mayoría de ellos no sean fáciles de conseguir ni
están publicados en castellano, por lo que resulta mucho más práctico
acudir a la exahustiva página de internet
- REINO UNIDO "The World of
Playing-Cards" mantenida por el infatigable Simon Wintle, y donde se
puede encontrar respuesta a prácticamente cualquier pregunta relacionada
con el mundo de los naipes.
http://www.wopc.co.uk/
Tampoco está de más visitar alguno de
los escasos museos dedicados a la naipología. En España disponemos de
uno de los más importantes en cuanto a variedad y fondos:
-
ESPAÑA pero también contamos con un pequeño y encantador "Museo del
Naipe", montado y dirigido por el entusiasta Juan Carlos Ruiz, en la
castellonense población de Oropesa de Mar http://www.museodelnaipe.com
- ALEMANIA. Fuera de nuestra penísula,
merecen la pena un desplazamiento el Deutsches Spielkarten Museum, en la
localidad alemana de Leinfelden-Echterdingen:
Como no es difícil imaginar, los naipes
también han despertado el interés de los coleccionistas ya que, por su
naturaleza y variedad de temas, admite cualquier tipo de colección: por
épocas, por países, por simbología, por métodos de impresión; o por su
casi infinita diversidad de motivos, que abarcan desde los
publicitarios, hasta los históricos, geográficos, eróticos, deportivos,
didácticos, etc.; lo que permite montar una muy atractiva colección con
cualquier tipo de presupuesto.
Muchos países tienen su propia
asociación de coleccionistas de naipes que, entre otras actividades,
celebran encuentros puntuales cada cierto tiempo; una de las más activas
y con mayor número de miembros es la española ASESCOIN (Asociación
Española de Coleccionismo e Investigación del Naipe): siendo
también altamente recomendable una visita al porta de la IPCS
(International Playing-Card Society), la primera asociación creada para
unir a todos los aficionados a esta materia que, con sede en Gran
Bretaña, abarca a coleccionistas e investigadores de todo el mundo: http://www.i-p-c-s.org/
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