lunes, 18 de marzo de 2013

JAMAS ENTENDERE EL COMPORTAMIENTO HUMANO

miércoles, 26 de octubre de 2011

Un país en blanco y negro

por Alejandro Grimson


La historia argentina se caracteriza por sus fuertes discontinuidades. Brasil, en cambio, muestra una trayectoria menos accidentada y más lineal, que le ha permitido desarrollar políticas de Estado en áreas clave de la economía y las relaciones internacionales.


Argentina frente a Brasil
Los dirigentes siempre asumen que cuentan con limitaciones económicas y políticas, recursos escasos y relaciones de fuerza que deben ser contempladas. Pero rara vez reflexionan acerca de las condiciones culturales que determinan sus acciones y la manera en que éstas son socialmente significadas.
Tomemos el caso de la cultura política argentina y la cultura política brasileña.  Suele afirmarse que, mientras en Brasil hay verdaderas políticas de Estado, en Argentina carecemos de ellas. En realidad las llamadas “políticas de Estado” son efecto de procesos más profundos. Las diferencias entre ambos países no obedecen a esencias nacionales sino a procesos históricos muy precisos, en esencial la formación y desarrollo del Estado. Argentina aparece como un país discontinuo en su desarrollo histórico, con cambios abruptos en áreas decisivas de las políticas públicas, desde la política exterior y educativa hasta la salud y los derechos humanos. En contraste con Argentina, aunque no con Francia e Inglaterra, Brasil muestra una fuerte continuidad institucional, con cambios de gobierno que no afectan tan significativamente las políticas de Estado.
Para ilustrar este punto puede pensarse en el proceso de independencia de ambos países. La guerra civil en lo que luego sería Argentina adquirió una intensidad política que la distingue del Imperio del Brasil, con una fuerte continuidad en términos familiares, territoriales y de procesos productivos. También pueden considerarse los últimos ciclos autoritarios: por un lado, la dictadura militar brasileña que se extendió durante veinte años, entre 1964 y 1984, y la autogestión militar del retorno a las elecciones libres, así como el gobierno de Sarney. Por otro, los presidentes y conflictos sociales que se sucedieron en Argentina en esos años, desde el gobierno de Illia, el Cordobazo, el retorno y la muerte de Perón, el golpe de 1976, Malvinas y, finalmente, el gobierno de Alfonsín y el juicio a las juntas.
Se ha puesto de moda afirmar que la continuidad brasileña resulta evidentemente preferible a las crisis argentinas. Hay un sentido muy trivial en esta afirmación: si uno logra buenas políticas de Estado (como consiguió Brasil en algunas áreas decisivas de la economía, las relaciones internacionales, etc.), es obvio que la continuidad es una ventaja. Sin embargo, creer que la continuidad es buena en si misma es inaceptable. Esta afirmación no se aplica ni a la esclavitud, ni a la desigualdad, ni a la imposibilidad de abrir archivos de la dictadura. El caso de los derechos humanos es claro: la discontinuidad argentina supone no solo bases éticamente preferibles, sino institucionalmente más sólidas.

Cultura y pasado
El contraste entre continuidad y discontinuidad afecta al conjunto de la cultura política. En un amplio estado cualitativo (1) constatamos esa diferencia. Argentina, en términos de identidades políticas, es históricamente un país dicotómico, de fuertes enfrentamientos y con una fuerte dificultad para generar concertaciones sustentables. Brasil es un país mucho menos polarizado, más poblado de matices y gradaciones. El estudio muestra que para los brasileños cada una de las partes de Brasil es la porción de una nación pensada como totalidad. En cambio, en Argentina predomina la tenencia a identificar a cada una de las partes con el todo, a cada facción con la nación, pensando –como por ejemplo sucedió en 1954-1955 o en 1976- que la realización de la nación exige la exclusión del adversario. Y actuando en consecuencia.
Argentina es un país donde las divisiones han sido históricamente pensadas en términos políticos, clásicamente capital-interior y peronismo-antiperonismo. Y la integración a sido imaginada en términos sociales. Por ello, la cuestión de la exclusión social cobró aquí a fines del siglo pasado una enorme potencia política. En cambio Brasil, uno de los países más desiguales del continente, piensa sus divisiones en términos sociales. Allí la integración fue mayor en términos culturales, con un Estado que durante el siglo XX incorporó mucho más que el argentino las producciones de las culturas populares, aunque no siempre integró como ciudadanos a una porción de sus protagonistas.
Esto incide en las visiones sobre el pasado. Tal como revela la investigación citada, para los argentinos el pasado tiene una gran relevancia, cosa que no sucede en Brasil. Una parte de los argentinos, culturalmente hegemónicos hasta hace unos pocos años, imaginan a Argentina como un país que dejó atrás su época dorada: una tendencia clara a idealizar el pasado. Pero a la vez hay momentos de la historia que tienen una presencia notable y que tienen una presencia notable y que suelen ser convocados en procesos culturales y políticos actuales. El futuro, imprevisible para gran parte de los argentinos, está muy vinculado a la posibilidad de saldar las deudas con ese pasado presente. En contraste, los brasileños le asignan una importancia comparativamente mayor al futuro, que generalmente auguran como extraordinario.

Bandera y nación
Hay otro contraste decisivo que vale la pena mencionar. Mientras los brasileños consideran que viven en un país en muchos aspectos maravilloso, en la sociedad argentina suele escucharse la idea de que no vivimos en el país que nos merecemos y que muchos de los problemas sociales o cotidianos sólo suceden aquí. Desde las expresiones bastante denigrantes para hablar de Argentina suele deslizarse al extremo opuesto, la famosa soberbia nacional. Nuevamente, ausencia de matices.
El resultado es que, mientras la investigación señala una fuerte identificación de los brasileños con Brasil, es posible detectar una clara distancia de los argentinos con Argentina. Un ejemplo de ello son las reacciones de los entrevistados al ser consultados sobre la bandera nacional: las expresiones conmovedoras recogidas en Brasil difieren claramente de los “simbolos manchados” percibidos en Argentina. La experiencia de haber sido manipulados por la retórica nacionalista y la frustración que produjo la percepción de la decadencia ha generado ironía, distancia denigración y vergüenza respecto de la nación.
Lejos de resultar abstractos, estos análisis permiten comprender sucesos culturales como la sorpresa y emoción que generó la imagen de los Pumas cantando orgullosamente el himno nacional, con un eminente compromiso detrás de un objetivo común. Muchos argentinos miran hoy obsesivamente en la televisión si nuestro nuevo crack futbolístico conoce o no la letra del himno.
Por supuesto, no se trata de sugerir que los argentinos deberían vivir con “la argentinidad al palo”. Pensar matizadamente la ironía de los argentinos respecto de Argentina implica señalar que la distancia crítica acerca de la propia identidad puede permitir una reflexión compleja, un alejamiento de la soberbia. Pero esa responsabilidad se encuentra bloqueada cuando la nación se convierte en una alteridad, cuando solo se habla del país en tercera persona, trasformando la crítica en denigración y obstruyendo la posibilidad de imaginar futuros colectivos.

Largo plazo
Es necesario postular horizontes que trasciendan la coyuntura, desarrollar políticas de Estado para amortiguar las discontinuidades y los cambios de rumbo que no capitalizan logros o experiencias previas. Esto exige hacer esfuerzos para abandonar el pensamiento dicotómico. Ese pensamiento sobrevive en las retóricas que ven un proceso político cómo homogéneo, maravilloso o deleznable, y también en las dificultades por abordar de manera plural temas decisivos, avanzando en consensos parciales sustentables y crecientes. Cualquier pretensión de identificar a un sector con la nación está destinado a profundizar esa dicotomía en un contexto cultural que sólo permite que lo nacional se reconstituya como un colectivo democrático por  encima de las partes. Pero ese horizonte nacional sólo será socialmente asumido si, al mismo tiempo que se abandonan las pretensiones de ser un país como (se cree que son) los de Europa, se logra un acceso garantizado a los derechos ciudadanos básicos para el conjunto de la sociedad.
El hecho de que la dicotomización no sea el mejor camino no implica ignorar que una mayor igualdad en todos los terrenos supone procesos necesariamente conflictivos. So se pueden afectar intereses económicos, ideológicos o religiosos a través de sueños de armonía. Pero una cosa es construir fronteras situacionales, como sucedió con la ley de matrimonio igualitario y la asignación Universal para la Niñez, y otra cosa muy distinta es anclar esa tensión en entidades dicotómicas que trasciendan las situaciones.
Puede percibirse un cierto agotamiento muy promisorio de la sociedad argentina con las dicotomizaciones trascendentes. De hecho, si bien muchos comentaristas políticos sostienen que la oposición se equivoca porque no se une, es posible plantear la hipótesis de que el erros de la oposición es justamente otro: no haber comprendido que la sociedad ya manifestó su cansancio con la dicotomización, en la media en que no encuentra en ella un sentido de futuro. A la vez, revisando los últimos años, podría argumentarse que el gobierno kirchnerista ha desarrollado diferentes estrategias en diferentes momentos, pero que justamente su discurso y sus políticas apuntan a dificultar, más que facilitar, la emergencia de identidades como “el campo”.

Rupturas
En una de sus tesis sociohistóricas más extraordinarias y menos conocidas (2), Norbert Elías señaló que la historia de la formación de un Estado nacional deja sedimentos en los modos de percibir, vivenciar, significar, imaginar, sentir y actuar de las personas que lo habitan.
En Argentina, las rupturas atraviesan los momentos clave y aparecen una serie de homologías: el tiempo de crisis cíclicas presenta la misma forma que la escisión espacial fundante y persistente entre capital e interior, oposiciones que se proyectan a otros universos simbólicos. Si los matices se ausentaron de nuestro tiempo, de nuestro espacio y de nuestros sentimientos hacia la nación, parece ilógico pretender que se hagan presentes en el universo de las ideas y las prácticas políticas. Al mismo tiempo, si la tesis de Elías es correcta, sólo desde el universo político, que es el que construye hoy el Estado nación, podrían transformarse lentamente nuestros de significar y actuar en el tiempo y en el espacio, es decir, generar nuevos procesos que a su vez sedimenten a nuestra cultura política.
Volviendo al inicio, cuando los políticos no asumen que su propia imaginación y sus acciones están culturalmente determinadas, la cultura política gobierna su manera de actuar y de expresarse. En el caso argentino, una conciencia reflexiva sobre la discontinuidad histórica y sus efectos culturales de dicotomización de las identidades políticas permitiría que los dirigentes actuaran sobre la cultura en lugar de limitarse a interpretar un libreto preestablecido.

1.    La investigación se realizó en siete ciudades de Argentina y Brasil y abarcó a 240 líderes de opinión, así como diversos materiales televisivos, gráficos y rituales. Sus resultados pueden consultarse en: Alejandro Grimson (compilador), Pasiones nacionales. Política y cultura en Brasil y Argentina, Edhasa.
2.    Norbert Elías, Los alemanes, Instituto Mora (Mexico)



Fuente: Le Monde Diplomatique, edicion Cono Sur. Octubre 2011.

jueves, 21 de abril de 2011

Cuando la desigualdad social se vuelve una enfermedad crónica

La muerte de un vecino en la Villa 31 desnuda las dificultades de los sectores más pobres para acceder al sistema sanitario. La Justicia intimó al gobierno porteño para que reabra centros de salud e intervino al Same

El Gobierno porteño destinó sólo el 5 por ciento del presupuesto sanitario a los Centros de Salud y Acción Comunitaria (Cesac). (JUAN ULRICH) || En 70 hospitales bonaerenses, médicos y enfermeros reclaman aumentos salariales. (TELAM)

La discusión en torno a la salud pública se mantiene en escena por un período extendido y amenaza con encauzarse hacia el verdadero fondo de la cuestión. La muerte de Humberto Ruiz en la Villa 31, en la que está implicada una ambulancia del Same que se negó a atenderlo sin compañía policial, no constituyó una novedad sino que destapó una olla que no logra ser ocultada por la discusión en torno a la vigilancia en los hospitales y en los Centros de Salud y Acción Comunitaria (Cesac) de la Ciudad de Buenos Aires, que ya llevan diez días de paro.
Es tan innegable la sensación de inseguridad de los profesionales de la salud, como la de sorpresa por la decisión de un paro de actividades como medida de fuerza por parte de un sector que no había elegido antes cortar la atención comunitaria, ni por la falta de insumos, ni por el mantenimiento de los edificios, o los despidos de personal o el retraso de más de cinco meses en el pago a los ingresantes. Si no es sorpresiva, al menos la medida es atípica.
“Me interesa dejar en claro con toda sinceridad, algo que estamos hablando mucho en el equipo de salud, y es que no queremos estar como rehenes de decisiones que tienen diferentes objetivos políticos porque tenemos que asegurar el derecho a la salud”, dice María Elena Folini, que dirige el Cesac 15 de San Telmo, una de las excepciones ya que tiene buen mantenimiento. Sin embargo, este Cesac depende del Hospital Argerich, donde la falta de insumos es tema de pelea constante, al igual que el de La Boca, donde Folini reconoce que la ausencia de equipamiento técnico es seria.
La profesional confiesa que ahora “ya lo pudimos pensar como equipo de salud y darnos cuenta de que por más que hubiera medidas gremiales ese centro no iba a parar más, ni a dejar de atender a la población, porque no es una causa justificada”.
Otra alta fuente del Cesac 18 de Villa Lugano también se extraña de la medida de fuerza que empezaron los gremios de Médicos Municipales, la Federación de Profesionales y el gremio pro macrista de empleados municipales, Sutecba, que aún mantiene el paro en soledad, porque “ni siquiera en épocas de la irrupción de la gripe A se pensó en parar, cuando no había insumos y hasta había que hacer vaquitas para comprar barbijos y alcohol”, confiesa a Miradas al Sur.
Lo que volvió inocultable con su muerte Humberto Ruiz, por más despliegue mediático por priorizar la noticia del paro, es la existencia de un sector invisible, con problemas de idéntica invisibilidad.
“Es un problema de larga data, lo vemos con las condiciones de trabajo en los Cesac, con las condiciones de asistencia, las ambulancias no entran a los barrios, la verdad es que este caso de la Villa 31 puso el tema en agenda pero esto pasa todo el tiempo. Las ambulancias no ingresan, y eso no tiene que ver sólo con un tema de seguridad. El Same no tiene un mapa de las villas, cuando entra se pierde, no hay una decisión de tomar en serio uno de los derechos humanos más básicos que es el derecho a la salud”, relata a Miradas al Sur Luciana Bercovich, que es abogada de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (Acij), y que remata: “No sé si puede haber algo más inseguro que saber que si yo tengo una emergencia de salud la ambulancia no va a venir”.

Derechos en el barro. La ONG Acij fue la encargada de interponer el recurso de amparo que los vecinos de los distintos barrios decidieron en asamblea. Ello derivó en el llamado a una audiencia pública para este último viernes, en el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, a la que los representantes del Gobierno porteño faltaron, sobre todo el titular de la cartera de Salud, Jorge Lemus, quien debía dar las explicaciones. Aunque se hizo presente el procurador General de la Ciudad, Ramiro Monner Sanz, en un clara actitud defensiva, portando el “certificado médico” correspondiente que justificaba la inasistencia del ministro.
El juez Roberto Gallardo, entonces, dio por incumplida la medida cautelar, citó a una nueva audiencia para el lunes de la semana que viene e intimó a la admnistración macrista a que proceda a la “reapertura inmediata de la totalidad de los Centros de Salud”. De los 42 centros de salud que funcionan en villas, barrios o asentamientos, 24 se encuentran cerrados, informaron fuentes de la Asociación de Médicos Municipales. Gallardo también intervino judicialmente al Same y a la Subsecretaría de Atención Integrada de Salud.
En definitiva, más de la mitad de los centros de atención médica de la Ciudad, que los más pobres tienen para acceder a la salud, hoy se encuentran cerrados.
En este marco de emergencia, la resolución del juez asegura que se mandará a buscar al ministro Lemus por la fuerza policial, de no hacerse presente a la próxima cita judicial y le avisó formalmente a Mauricio Macri para que no evadiera la responsabilidad y para que evaluara la “aptitud psicofísica” del ministro puesto que en caso de no responder su funcionario, y no nombrarse a un nuevo representante para el área, la causa recaerá directamente sobre el jefe de Gobierno.
La decisión de intervenir el Same fue celebrada por el propio director del servicio de emergencias porteño, Alberto Crescenti, a pesar de que las escuchas recientes, tomadas en el allanamiento a las oficinas a causa de la muerte de Ruiz, lo muestra ordenando no ingresar al barrio e irse del lugar, si no llegaba la policía.

Crónica y muerte anunciada. La olla a presión que se destapó con el hecho del barrio de Retiro es una pintura cruda de la realidad del acceso desigual de la población a la salud pública, a pesar de ser garantizada por todas las constituciones (nacional, porteña, etc.) y consagrada por infinidad de pactos y compromisos internacionales.
La Acij quedó representando esta causa porque hace más de cinco años que tiene en marcha su programa de Derecho y Construcción Comunitaria en Villas y trabaja acompañando los reclamos por “acceso a derechos de modo igualitario de los habitantes de los barrios, servicios públicos, salud, educación, de un modo igual al resto de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires”. Bercovich afirma que “en estos barrios es donde más se vulneran los derechos humanos básicos de los habitantes y, en una Ciudad como Buenos Aires, que es la urbe con mayor presupuesto del país, es inadmisible que esto suceda”.
Desde la audiencia del viernes, la abogada aclaró que la parte legal no es la única herramienta que utilizan en esa ONG, también hay otras como las presupuestarias, que demuestran cómo los pobres “son discriminados económicamente, no sólo en la salud, también en la distribución de presupuesto, del crédito. Trabajamos también en educar para que la gente de los barrios sepa que lo que está pidiendo no es un favor sino un derecho, es importante que los propios vecinos sepan que lo que están reclamando es un derecho”.

La realidad del GBA. Pero la injusticia no se agota en la ciudad. En la provincia de Buenos Aires, gran parte de las emergencias sanitarias quedan a cargo de los municipios y dependen de la situación económica de ellos o de su cercanía con las luces del centro. Bercovich asegura que en el distrito bonaerense, lo que ocurre es que hay “menos visibilidad, pero también sabemos que hay problemas de acceso a la salud en la provincia y que los canales de reclamo son mucho más débiles”.
La semana que pasó, las agrupaciones gremiales que reúnen a una parte de los trabajadores de la salud bonaerenses en la Asociación de Profesionales (Cicop), atravesó un paro de más de tres días en los 77 hospitales municipales, en reclamo de mejoras salariales. El gremio ratificó la medida de fuerza en reclamo de un aumento del 40 por ciento y decidirá por plebiscito si sus afiliados aceptan o no la oferta del Gobierno provincial, del 26 por ciento.

La historia de nunca sanar. Esta discusión que pareciera haber nacido ayer, se inscribe en la tensión histórica de las políticas nacionales de la salud, que hoy intentan sumar ese ámbito a la discusión en danza sobre el proyecto nacional. La salud pública ha resistido en los márgenes la transformación de sus estructuras, su organización y funcionamiento mantienen intacto el sentido de su despliegue, y se ha recostado en la exacerbación del mercado desde el Consenso de Washington.
En la historia de las políticas públicas en la Argentina, intentos como el del sanitarista Ramón Carrillo, durante los ’40 y los ’50, y de Floreal Ferrara en los ’70 en la provincia de Buenos Aires, sumado a alguna experiencia tímida del alfonsinismo, son los ejemplos que se cuentan de uno de los lados de las veredas donde se disputa cómo debe ser la salud argentina. El lado que se conoce como el de la “salud social” o de los sanitaristas. El otro es de índole privatista, de impulso privado y es regenteado por el mercado. De las farmacias hasta los centros de atención privada.
Para el ex director del Hospital Argerich, por ejemplo, que hoy es funcionario del Poder Ejecutivo en el Ape, Donato Spaccavento, el sistema que a nivel nacional busca abandonar un sector es el sistema que no vela por la salud universal y que deja de lado a los de menos recursos, lo que sólo tiene su explicación en una lógica de mercado. “Es un modelo privatizador, que bancariza a la salud, cuyos proyectos siempre tienen lobbistas, lo que hasta ha llevado a que en un momento se desarme el Ministerio de Salud de la Nación”. El sanitarista señala que “lo primero que hay que hacer es tomar la decisión política e incluir en una agenda la creación de un sistema nacional de salud integrado que priorice fundamentalmente, la promoción integral de la salud, y apunte a la construcción desde lo colectivo social y no a la inversa. La salud no es la ausencia de la enfermedad, sino el equilibrio entre lo social, lo cultural, lo psicológico, lo físico, histórico, económico”.

En la Ciudad, hay un botón de muestra. Las políticas privatistas y descentralizadas en marcha en el área de la Salud porteña son ejemplo del modelo de salud de mercado. Se trata de la antítesis de esta idea de reforma del sistema de salud pública que, además de Spaccavento, es respalda por el centenar de organizaciones que componen el Foro Social de Salud y Ambiente de la Argentina y por la ONG Médicos del Mundo. La reforma no sólo enfrentará las presiones de la corporación médica sino también a los, tal vez, más poderosos intereses farmacéuticos, porque la cosolidación de la producción de medicamentos es una pata fundamental del proyecto.
Varias de las ONG que reclaman una reforma ya tienen experiencia con el Gobierno macrista. En el año 2008, de hecho, elaboraron un comunicado en repudio al veto a la Producción Pública de Medicamentos en la Ciudad, decidido por la administración Pro. El decreto de la jefatura de Gobierno porteña, donde manda el precandidato Horacio Rodríguez Larreta, llevó el número 2135 y determinó la anulación de la posibilidad de la fabricación estatal de fármacos en laboratorios públicos. Médicos del Mundo consideró que esta medida “afecta y va en detrimento directamente de la salud colectiva de la población porteña y de la accesibilidad a los medicamentos esenciales como un bien social”. Hoy son los Cesac los que siguen cerrados y tienen orden judicial de abrir a más tardar mañana. Los medicamentos se ofrecen libremente en múltiples comerciales de televisión, y la automedicación dejó de ser mala palabra, al menos en el imaginario popular. Spaccavento cuenta que la automedicación, directa o indirectamente, causa la muerte de 170 mil personas cada año en el país. El grito de los perjudicados viene de mucho más allá y tuvo que llegar otra vez hasta la tragedia para que el debate dormido se sumara sin desperezos a la marcha que impone el nuevo proyecto nacional. Más vale que todo esto no sea en vano y que la inercia se logre cambiar.


Fuente: MIRADAS AL SUR. Año 3. Edición número 152. Domingo 17 de abril de 2011

miércoles, 20 de abril de 2011

Festival de hipócritas

Tus amigos de ayer, hoy bombardean a tu pueblo. Álbum de fotos de Muammar el Gadhafi y «los amigos de Libia».






















sábado, 12 de febrero de 2011

La mafia argentina viste de azul

Por Ricardo Ragendorfer*

Policía reprimiendo a manifestantes, Buenos Aires, 20-12-01 (Nicolas Pousthomis / sub.coop)


















La reciente ofensiva del ejército de Brasil en las favelas de Río de Janeiro es leída como una suerte de paradigma en la lucha emprendida por el Estado contra las cada vez más poderosas corporaciones del crimen, de las que participa la policía. El problema es mundial, con gran impacto en América Latina y de base política y social. La policía argentina no escapa de ningún modo, a las generales de la ley.

La imagen de los uniformados izando la bandera verde-amarela en la cima del Complexo do Alemão daría la vuelta al mundo como un ícono de soberanía estatal sobre el territorio gobernado hasta entonces por el Comando Vermelho. Lo cierto es que el hecho en si trae cierta reminiscencia de lo adelantado por la Escuela de Guerra de Estados Unidos en cuanto a cómo se desarrollarán los conflictos bélicos en el siglo XXI: “La guerra estará en las calles, en las alcantarillas, en los rascacielos y en las casas expandidas que forman las ciudades arruinadas del mundo”.
De hecho, el episodio brasileño se inscribe en la estrategia que en estos casos recomienda la Drugs Enforcement Administration (DEA). Ya se sabe que este organismo, a partir de 1980, inició un cruzada integral contra los carteles latinoamericanos de la droga -las únicas multinacionales del Tercer Mundo- con el propósito de controlar el fabuloso flujo monetario de que disponen. Su paralelismo más remoto son las Guerras del Opio en el siglo XIX entre Inglaterra y China, desatadas a raíz de la pretensión británica de eliminar todo obstáculo que impidiese el comercio de la droga en el milenario país oriental.
Pero en el siglo pasado, sobre todo en sus últimas décadas, el origen en Occidente del crimen organizado tiene reilación directa con la revolución industrial, científica y tecnológica. Su evolución concuerda con la del capitalismo. La mafia nació en Sicilia en 1860, en coincidencia con el desembarco de Giuseppe Garibaldi en la isla, y “como efecto socioeconómico de la unidad italiana”. La gestación de semejante sociedad secreta volcada al delito y la ilegalidad habría sido la respuesta a la prodigiosa industrialización del norte peninsular, de la que no participaban y los afectaba. Desde entonces las organizaciones mafiosas han atravesado el mundo -y a sus sistemas económicos- como un fantasma apenas disimulado.

Los ejes del mal

América Latina no ha sido una excepción. El surgimiento –a mediados de los años ’70- de cárteles colombianos, el increíble volumen de su facturación y, con posterioridad, la debacle provocada por enfrentamientos armados entre estructuras rivales, no acabó precisamente con el negocio; simplemente lo condujo hacia una nueva tierra de promisión: México. Las consecuencias están a la vista, Desde el 1º de diciembre de 2006, cuando presionado por Washington, el recién elegido presidente Felipe Calderón lanzó su ofensiva contra el narcotráfico, la ola de violencia ha causado en el país unos 30.000 muertos. Esa es la contabilidad de tres guerras simultáneas: “La de los cárteles entre si por el control de territorios; la de los Zetas (organizaciones constituidas por ex militares y ex policías), que practican secuestros y robos contra la población, y la de los militares contra los propios ciudadanos”.
Por su lado, la incursión militarizada en los arrabales cariocas no justifica el triunfalismo inicial, ya que lo obtenido resultó bastante pobre: unas 40 toneladas de droga y numerosas armas de todo calibre. Pero ningún cabecilla importante cayó en manos de las autoridades. Ahora -a sólo un mes del operativo- se tiene la certeza de que los narcos más buscados de Río de Janeiro apelaron al infalible recurso del soborno para escapar del cerco represivo. Todo apunta a la corrupción policial, desde siempre señalada en esa ciudad como vinculada al tráfico de drogas.
Esta constelación de hechos y circunstancias tiene un denominador evolutivo común: la conformación de organizaciones autárquicas enfrentadas en mayor o menor medida al Estado.
En países como Italia, México, Colombia o Brasil, cuando los policías pasan a formar parte de las redes de delito es porque fueron comprados por la mafia. En Argentina es exactamente al revés: la policía compra a los delincuentes.

El cartel de Buenos Aires

La Policía de la Provincia de Buenos Aires -“la Bonaerense”- es sin duda emblemática en lo que a corrupción se refiere. Sus casi 50.000 efectivos la convierten en la fuerza de seguridad más numerosa del país, y su jurisdicción abarca el territorio más vasto y complejo de Argentina.
Pero el estigma de la corrupción es compartido por todas las fuerzas de seguridad: por las tres agencias que dependen del poder central -Gendarmería, Prefectura y Policía Federal- y también por las demás policías provinciales. Tal vez la única diferencia entre ellas sea su naturaleza territorial. Las más activas en los quehaceres ilícitos suelen ser las que operan en las grandes urbes, por su densidad de habitantes y la creciente desigualdad social.
Aunque no le van a la zaga las instituciones policiales de las provincias más atrasadas, cuyas estructuras de gobierno casi feudales les otorgan atribuciones que parecen directamente salidas de una ficción. Históricamente, todas ellas hicieron de algunas contravenciones tradicionales parte de su sistema de supervivencia: capitalistas del juego, proxenetas y comerciantes irregulares trabajan desde siempre en sociedad forzada con las comisarías, pagando un canon para seguir existiendo.
En los últimos años, sin embargo, a este estilo de trabajo se agregaron otros pactos con hacedores de una gran cantidad de delitos contemplados por el Código Penal. Mediante “arreglos”, extorsiones, impuesto, peajes y tarifas o, lisa y llanamente, a través de la complicidad directa, los uniformados participan en diversificado marco de asuntos desde los más lucrativos -tráfico de drogas, desarmaderos, piratería del asfalto- hasta establecer “zonas liberadas” para cometer asaltos y secuestros extorsivos.
El punto de inflexión entre ambas etapas fue sin duda la última dictadura militar, cuando los policías incorporaron los dividendos de un sinfín de delitos graves. Y fue en la década de los noventa cuando estas actividades adquirieron un sesgo, digamos, empresarial.
En el caso de la Bonaerense, cada comisaría debía recaudar unos 15 mil dólares por mes. La mitad se repartía entre el comisario, el subcomisario y el servicio de calle, en tanto que la otra mitad subía hacia las departamentales, donde tenía lugar un reparto idéntico: la mitad queda en el lugar y el resto sube a Jefatura. Para tener una idea del flujo monetario de las arcas policiales, basta saber que en la Provincia de Buenos Aires hay unas 300 comisarías.
En la actualidad, pese a las purgas y los intentos de reforma efectuados sobre la estructura de la fuerza, esos índices de facturación se mantienen. En este marco, resulta evidente que las tasas de seguridad pública son directamente proporcionales al nivel de corrupción existente en las filas policiales.
Otra variante de la inseguridad, pero de distinto signo, es resultado de ese afán policial, casi siempre desmesurado, de imponer su presencia en las calles, de dictar “la ley”: los fusilamientos sumarias, eufemísticamente llamados “gatillo fácil”, son, entre otras calamidades, la prueba. En catálogo de ilícitos que habitualmente realizan las fuerzas de seguridad, éste tal vez sea el más recurrente. Y es también el único delito “sin fines de lucro” en el que suelen incurrir los uniformados.
Este afán de “marcar la ley”, de señalar “quien manda”, de “mear el terreno”, funciona como amenaza general y es de fácil ejecución: gira en torno a la criminalización de no criminales. El blanco suele ser preciso: adolescentes que, por ejemplo, comparten una cerveza en cualquier esquina del Gran Buenos Aires, que gustan de la cumbia o el rock, que van a recitales y que puede que estén fumándose un porro. Pero no son delincuentes, sino en general, muchachos de clase media baja, tal vez desertores del colegio secundario y con dificultades para conseguir empleo; o pacíficos pibes de los barrios más pobres, o de las villas miseria. Desde 1984 a la fecha -desde el fin de la ultima dictadura militar- hubo en el país alrededor de 2.500 muertes por “gatillo fácil”.
Con la delincuencia organizada, en cambio, la policía dirime sus asuntos de manera más hermética, subterránea y a través de códigos secretos. Pueden incluso llegar a matar -y lo hacen con frecuencia- pero solamente cuando hay en danza algún “vuelto”, un incumplimiento, el peligro de que se produzca alguna traición o filtración: o una venganza por cualquiera de esas razones.
En tiempos normales, el entramado delictivo que sostiene la corporación policial cuenta con sus propios emisarios, jurisconsultos y lobbistas, que articulan sus relaciones entre los uniformados y el hampa propiamente dicha. No pertenecen a un bando ni a otro; prestan servicios a ambos. Se trata de los llamados “sacapresos”, o sea, abogados penalistas diestros en esa rama subyacente del derecho que es el arte del “arreglo extrajudicial”.
Tener bajo control una variada gama de modalidades delictivas mediante y con el beneficio de la recaudación, resulta un modo eficaz de ejercer control policial sobre la seguridad urbana. Y de tener los medios de regularla, ejerciendo así chantaje a dos puntas: frente al hampa y frente al Estado y la sociedad. Los hombres de azul saben que frente al mundo poseen ese mágico y unívoco poder.
Algo tendrá que ver que desde siempre sean efectivos mal equipados, mal pagados y, sobre todo, mal reclutados y peor instruidos.

Por quién doblan las alarmas

Desde siempre, todos los poderes del Estado han conocido esta situación. Y la han consentido, por aquello de la crónica escasez de recursos y de la no menos crónica corruptela de la clase política. El enorme volumen monetario que manejan las cajas policiales no solo van a parar a las alcancías de los uniformados: también sirve para financiar a buena parte de la clase política y los aparatos partidarios. El lugar de subordinación que ocupan las instituciones policiales dentro de los poderes del Estado hace imposible creer en su autonomía delictiva. Caciques barriales, intendentes, legisladores y hasta gobernadores, son sus favorecidos, mandantes o padrinos, según sus cargos y capacidad de acción. Fondos para bolsillos particulares y campañas electorales, complicidad en los propios negocios turbios y mano de obra disponible, son algunas de las razones que hacen ineludible este connubio.
En 1996, cuando el desempleo llegó a afectar al 19% de la población, se produjo un aumento geométrico en los delitos contra la propiedad y las personas. Irrumpieron generaciones delictivas cada vez más jóvenes, precarizadas y violentas. Camadas enteras de pibes excluidos pasaron de una lactancia incierta a una adolescencia crítica, sin mantener siquiera un roce conceptual con las fuerzas productivas. Ellos cambiaron cualitativamente el mapa del delito. El “gatillo fácil” contra este sector se convirtió en un ejercicio indiscriminado, muchas veces gratuito, por parte de la policía. Estas nuevas generaciones delictivas alimentan morgues y portadas periodísticas. Y es esencialmente de allí que nace la “sensación” de inseguridad. Los llamados “pibes chorros” son un fenómeno creciente, casi niños que en la mayoría de los casos mueren antes de la adultez. Es por eso que los pistoleros más experimentados los evitan. Hasta hace unos años, los uniformados no tenían demasiado interés en cerrar pactos comerciales con mocosos que podían llegar a traer, en el mejor de los casos, un magro botín y, encima, tras liquidar a la víctima. En cambio, esta franja delictiva les era útil para engordar estadísticas, reclamar nuevas atribuciones y agitar leyes penales más severas.

Salida laboral

Ahora el panorama cambió. Ocurre que la crisis del 2001 también afectó a los bajos fondos. Por caso, el precio irrisorio que los desarmaderos comenzaron a pagar por un vehículo robado hizo que los levantadores de autos estacionados migraran hacia otras modalidades delictivas quedando esa fase del negocio en manos de adolescentes, o “pibes chorros”, solo calificados para asaltar conductores a mano armada, lo que resultó una fuente de tragedias. Este sector delictivo habría comenzado a ser reclutado por el crimen organizado y/o la policía para otros atracos. El primer signo visible de ello fue el asesinato del ingeniero  Ricardo Barrenechea en octubre de 2008. El hecho instalaría el debate en torna a la baja de la edad de imputabilidad de los menores. En paralelo, la bandita de pistoleros adolescentes que había actuado en el hecho -encabezada por un tal Kitu- develó la existencia de una organización de policías que trasladaba chicos desde la villa San Petersburgo, en La Matanza, para robar casas en San Isidro. Otros casos -como el del camionero Daniel Capristo- robustecieron la certeza, con el agravante de que el reclutamiento se había convertido en una práctica orgánica y extendida. La desaparición de Luciano Arruga -ocurrida en Lomas del Mirador- por haberse negado a robar para la policía fue otra confirmación. El juez de La Plata, Luis Arias, hizo una denuncia pública sobre el vínculo policial en este tipo de robos, lo que generó una indignada réplica del entonces ministro de Seguridad, Carlos Stornelli. Pero éste no tardaría en hacer una denuncia similar ante el fiscal Marcelo Romero, a raíz del asesinato con fines de robo de tres mujeres, efectuado -según sus palabras- por “menores reclutados por la policía a cambio de una prestación dineraria”. Stornelli renunció poco después. Y su presentación judicial quedó en la nada.
Así, ante el irracional señalamiento de los menores en conflicto con la ley como únicos culpables de la violencia urbana, un cúmulo de datos indica de modo palmario que el huevo de la serpiente está en otra parte.

*Periodista, autor junto con Carlos Dutil de La Bonaerense: Historia criminal de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Planeta, Buenos Aires, 1997.

Fuente: Le Monde diplomatique, edicion Buenos Aires, enero 2011.

jueves, 10 de febrero de 2011

“A 22 años, nadie parece saber qué quisimos hacer en La Tablada”

Por Joaquín Ramos, ex militante del MTP


Un ex preso político del MTP explica por qué el copamiento del regimiento en 1989 fue un error

















“Hubo tres puntos de concentración. Dos quintas y un negocio en la zona de Morón en donde se juntaron los compañeros que iban a permanecer en las inmediaciones del cuartel. No sé si Gorriarán los juntó a todos en un lugar porque yo fui convocado el domingo a la noche, pero no parece muy lógico. Más bien creo que el Pelado fue a los tres lugares y habló con los compañeros por separado.
’’Los panfletos que intentaban confundir a las fuerzas represivas los fuimos lanzando por el camino los que íbamos a entrar en el regimiento.
’’La resistencia en el fondo del cuartel no fue intensa. No se pudo romper porque los militares se parapetaron bien y los encargados de tomar esa parte eran pocos. Los combates más duros se dieron en la guardia de prevención y en el edificio de la compañía Comandos y servicios, que daba a la calle. Al no tomar este edificio, se posibilitó que accedieran al cuartel refuerzos y se parapetaran ahí e iniciaran la retoma.
’’No había plan de retirada. Eso lo sabíamos todos los que participábamos. Cuando le pregunté al flaco Martín cómo nos íbamos a ir si algo salía mal, me dijo que nada podía salir mal. También me dijo que si a las 8.30 a.m. no habíamos tomado el cuartel, la acción habría fracasado. Curiosamente, no insistí en qué pasaría después de esa hora. Así que, difícilmente, alguno de los que participamos estuviera esperando una orden de retirada.
’’Me cuesta creer que alguno de los atacantes pensara que la acción estaba cantada, porque los militares estaban en calzoncillos cuando llegamos. Aunque sí nos sorprendió –a los compañeros que estaban junto a mí, al menos– la presencia de la policía de la provincia de Bs. As. rodeando el cuartel a los pocos minutos de iniciada la acción. Lo que he leído es que se debe a que, en ese momento, se daba el cambio de turno de una comisaría o academia que hay en las inmediaciones del cuartel.
’’El MTP sufrió una deserción muy grande de sus cuadros, un año antes de La Tablada, y creo que fue más bien una de esas divisiones endémicas de la izquierda que una cosa referente a la opción armada, que no fue mencionada ni por los que se fueron ni por los que nos quedamos. Tenía confianza y amistad con muchos de los que se fueron y ninguno me dijo que se iba porque el Pelado, tarde o temprano, volvería a la lucha armada. Ni en charlas de café ni en las asambleas previas a la división, nadie dijo nada ni parecido. Varios de los que se fueron dijeron eso ante los jueces, supongo que para exculparse, otros fueron más lejos y se portaron como delatores, pero no se ajusta a la verdad.
’La acusación sobre Floreal Canalis no fue realizada unas horas después del asalto, sino varios años después, en un comunicado firmado por Gorriarán. Desconozco si la afirmación de que era servicio de la policía provincial es cierta o falsa. De todas formas, en el comunicado mismo se decía que, si bien Canalis era un infiltrado, su delación había tenido poca influencia en el desarrollo de los hechos porque tenía muy restringida la información y la participación en el MTP, lo cual sí era verdad.
’’Coincido con vos en que hoy no es justificable el silencio sobre La Tablada y creo, además, que la explicación que da Gorriarán en su libro es muy pobre. Decir, 16 años después (que fue la fecha en la que salió el libro), que pudimos habernos equivocado pero que nuestras intenciones eran buenas, parece una broma.
’’Cuando pude volver al país, después de los indultos de Duhalde, intenté que los que quedamos del MTP, los que habíamos estado presos y los que habían seguido militando en la calle, nos juntáramos para sacar alguna conclusión sobre lo actuado. Pensaba, y pienso, que siendo tan pocos podíamos darle un cierre digno a esta experiencia política. No pasa lo mismo que con la militancia revolucionaria de los ’70, en la que participaron miles y, por lo tanto, resulta muy difícil hacer un cierre colectivo.
’’Mi propuesta era reunir a los que habíamos participado, a los que se sumaron después y poco más. Por otro lado, era en lo que habíamos quedado mientras estuvimos presos: ‘Cuando salga el último compañero será el momento de hacer crítica y autocrítica y, si sacamos la conclusión de que nos equivocamos, lo diremos”. No hubo forma. Nadie quería hacerlo y el primero en negarse fue Gorriarán. Él había dado la versión oficial de La Tablada y el tema estaba cerrado. Nada de cierre colectivo, nada de reflexión entre todos, nada de nada.
’’¿Por qué? A mí me parece bastante claro. La Tablada es un error. No hay otra forma de llamar a un hecho en el que perdimos más de 30 compañeros, el partido político que generó la acción desapareció y, 22 años después, nadie parece saber qué quisimos hacer. No se trata sólo un fracaso militar, sino de un error político en el que nos saltamos la regla básica de cualquier acción armada: que se explique sola. Si La Tablada fue un error, el máximo responsable (no niego mi parte de responsabilidad pero, definitivamente, no es la misma que tuvo Gorriarán) debería haber asumido sus responsabilidades.
’’Básicamente, me parece que no quiso revisar lo actuado para no tener que asumir su parte. En ese sentido, creo que no estuvo a la altura de una historia que terminó en un error pero que está plagada de actos heroicos, entrega y resistencia. Si una cosa reivindico de todo esto es a los que participamos convencidos de que lo hacíamos por un país más justo. No reniego de mi responsabilidad y rescato a mis compañeros como militantes populares y, por eso mismo, me parece que nuestra historia merecía y merece un final más digno.
’’En mi opinión, no hay secretos importantes que no se sepan de La Tablada. Más claro: no creo que La Tablada se haya debido a un problema de infiltración, carne podrida, engaños, etc. No creo que haya una gran conspiración de fuerzas oscuras detrás de los hechos que nos tuvieron como protagonistas. En mi opinión, que La Tablada siga siendo un misterio obedece, básicamente, a tres razones:
’’–La primera: una concepción política que ya estaba obsoleta en el ’89, esto es bastante claro. Son los residuos deformados de la concepción de los ’70. La creencia de que un grupo armado puede generar un cambio importante sin contar con las masas. Veíamos la debilidad del gobierno de Alfonsín, veíamos el fortalecimiento de los carapintadas, veíamos que había mucho descontento popular con el gobierno y un fuerte rechazo ante los milicos, veíamos la crisis del campo socialista (aunque nunca lo que terminó siendo) y pensamos que podíamos ser la chispa que encendiera la pradera. Que una acción triunfadora sería el catalizador de una insurrección popular que cambiaría la correlación de fuerzas y el rumbo del país. Todo eso sin tener, en mi opinión, la inserción necesaria.
’’–La segunda: que no funcionábamos como un partido con sus órganos de control. Esto era así porque Gorriarán dirigía el MTP más allá de lo que dijeran los organismos del movimiento. En mi caso, aceptaba este estado de cosas (donde los organismos del movimiento se veían, más bien, como un obstáculo) con entusiasmo, porque confiaba ciegamente en Gorriarán y en su dirección. Para mí, él era una garantía, lo mismo que para muchos compañeros que participaron en el asalto al cuartel. Recuerdo que tuvimos una reunión con el Pelado antes del alzamiento carapintada de diciembre del ’88 en el que comentamos la situación política sin mencionar la posibilidad de algo como La Tablada, pero sí la de resistir de forma armada un intento de golpe, y le dije a un compañero como chiste: ‘Esperemos que no se equivoque porque si no, estamos hasta las bolas’.
’’–La tercera: que nos habíamos saltado ciertas líneas morales que una organización revolucionaria no puede cruzar. Esto es, un mal que ha aquejado a cierta parte de la izquierda mundial. En el frenesí de la acción es difícil ver esa línea que nunca se debe atravesar y que, sin embargo, se deja atrás muy fácilmente.
’’En cuanto a nosotros, la línea que pasamos fue basar la acción sobre una mentira. Creo que el análisis de la situación del momento podía ser correcto, pero que actuamos en base a una concepción militar y no política. Creíamos, en ese momento, que el golpe se estaba preparando dada la debilidad del gobierno de Alfonsín y las componendas entre Seineldín y el entonces candidato Menem. Creíamos, y hoy no estoy tan seguro, que los carapintadas habían pasado a ser una opción válida para los grupos económicos. La idea era que planeaban un golpe de Estado, por lo menos encubierto, que derrocaría a Alfonsín, pondría a Víctor Martínez en la presidencia y que él garantizaría la impunidad de todo lo actuado por la dictadura militar. Creíamos, y definitivamente ya no lo creo, que el poder estaba al alcance de la mano. Que Alfonsín no se sostenía, que Menem no había llegado, que los milicos estaban divididos y que nosotros podíamos realizar una acción que inclinara la balanza para el lado del pueblo.
’’Con el convencimiento del golpe en marcha, se habló de resistir, de encabezar la resistencia en la calle. Unos días antes de La Tablada se planteó, a modo de debate, que si esperábamos a que los milicos salieran con los tanques, la posibilidad de detenerlos era escasa y que si no era mejor que actuáramos nosotros previamente. Esto se habrá discutido una semana antes, pero como una idea, no como algo inminente. Más bien parecía un debate teórico: ¿Qué será mejor? ¿Esperar? ¿Adelantarnos?
’’Se optó, como es público y notorio, por adelantarnos. De hecho, creo que cuando se nos planteó como algo teórico, ya estaba decidido. Digamos que, en ese nivel de decisiones, yo no participaba, pero en ese momento me pareció algo aceptable.
’’Sabíamos, como sabía todo el mundo, que La Tablada era un cuartel carapintada y que era el más importante del Gran Buenos Aires. Si el golpe salía de algún lado, sería de ahí. Así que, al adelantarnos, lo tomaríamos, lo neutralizaríamos y después habría una especie de insurrección que cambiaría el rumbo del gobierno de Alfonsín o formaría un hipotético gobierno de unidad nacional.
’’Hay que decir que en esos días eran muchos los políticos que hablaban de la posibilidad de un golpe de Estado. El mismo Alfonsín, en un reportaje, dijo que los sublevados no triunfarían; Duhalde dijo algo parecido. Podemos decir que el tema del golpe era más que un rumor en ese momento.
’’Se decidió, entonces, priorizar el criterio militar: adelantarnos a los milicos y justificar nuestro accionar diciendo que en ese momento y lugar se estaba dando el golpe. Entonces apareció la mentira y allí atrás quedo la línea moral que no deberíamos haber cruzado nunca. El golpe era algo real, solamente acomodábamos un poco las cosas para tener más opciones de triunfo. Si salía bien, no sería más que un detalle… Si salía mal, nos arriesgábamos a que nadie entendiera qué estaba pasando.
’’Más allá del plan, más allá del error (que tire la primera piedra el que no se equivocó nunca, aunque es cierto que hay equivocaciones más graves que otras) yo creo que la tragedia es ésa y haber continuado muchos años dando una visión errónea de lo que pasó. Por eso es muy difícil de justificar o de entender políticamente La Tablada y ha quedado como un misterio para la mayoría de la población.
’’Una aclaración: no pienso que Gorriarán perteneciera a los servicios ni creo que haya sido un hijo de puta que nos llevó de una oreja. Creo que fue un revolucionario, con una concepción que se había quedado obsoleta y que tuvo éxitos y fracasos a lo largo de su vida. Estoy convencido de que no estuvo a la altura para asumir su responsabilidad en este episodio y que, en este caso, se equivocó mucho, nos equivocamos mucho.
’’Una aclaración más que, parafraseando a Roque Dalton, no sería necesaria casi en ningún lado pero que en Argentina… Nuestros errores no justifican ni legitiman las horribles violaciones a los Derechos Humanos que cometió el Ejército en la recuperación del cuartel.
’’Nadie ha sido condenado por las desapariciones ni por los fusilamientos ni por las torturas de compañeros. En este caso, pese al esfuerzo de tantos abogados que luchan por mantener las causas abiertas, todavía impera la impunidad. En la Tablada se cometieron todos los delitos de lesa humanidad que se cometieron durante la dictadura, salvo el robo de niños, y eso no debería ser olvidado.
’’Tampoco nuestro error justifica o legitima el juicio parcial e injusto al que fuimos sometidos los detenidos y que fue un intento de legitimar la represión ejercida en la retoma del cuartel.
’’No me extiendo más en este tema, porque no es lo central de la carta pero es algo que, creo, no se puede omitir cuando se habla de La Tablada.”.



Fuente; http://sur.elargentino.com/

domingo, 14 de noviembre de 2010

El Rati Horror Show

El Rati Horror Show es un documental que retrata la dramática historia de Fernando Ariel Carrera, el caso de un hombre común condenado injustamente a treinta años de cárcel –no por error sino de manera deliberada– a través de la manipulación de una causa judicial.


Informacion:
El 25 de enero de 2005 Fernando Ariel Carrera, un joven comerciante de 30 años, sin antecedentes penales, casado y con tres hijos, se encontraba en su auto a pocos metros del Puente Alsina, esperando que el semáforo le diera luz verde para cruzar desde Pompeya a Lanús
Al mismo tiempo, efectivos de la Comisaría 34 buscaban a tres ladrones en un auto blanco –ese era el único dato que tenían– que en la zona habían realizado dos robos. Al ver el Peugeot 205 blanco de Carrera, los policías, dispuestos a detenerlo, se dirigieron hacia él a bordo de un auto sin sirena ni insignia alguna que los identificara como de la Policía Federal.


Lo que Carrera ve es un auto acercándose a toda velocidad con uno de sus integrantes –desaliñado, con pelo largo y barba– con medio cuerpo fuera de la ventanilla y blandiendo un arma de fuego. Temiendo ser asaltado, Carrera acelera y dobla hacia Capital. Pero ya es demasiado tarde.

El policía dispara y el impacto le da de lleno en la mandíbula, dejándolo inconciente. Sin embargo, Carrera sigue manejando por automatismo y a bordo de su auto recorre 500 metros, atravesando la Avenida Sáenz. En el trayecto el Peugeot atropella y mata a tres personas –dos mujeres y un niño de seis años– y termina chocando contra una camioneta frente a la Iglesia de Pompeya. Los policías se bajan del auto, forman un abanico y disparan sobre Carrera. Desde el puente y hasta estos disparos finales, los efectivos policiales dispararon dieciocho veces contra Fernando Carrera. Ocho de esos disparos impactaron en su cuerpo.
Al final del día los medios habían bautizado como “La Masacre de Pompeya” a un supuesto raid delictivo en el cual unos malvivientes habían asesinado a tres personas inocentes, cuando en realidad estábamos frente a un nuevo caso de gatillo fácil y armado de causas judiciales por parte de la Policía Federal.
Finalmente, Carrera es acusado de robo agravado y homicidio, siendo trasladado al penal de Marcos Paz.Su mujer, desesperada por la situación, busca la ayuda del Programa Nacional Anti-Impunidad del Ministerio de Justicia, quienes al comprobar que Carrera efectivamente es inocente, la asesoran judicialmente.
El Dr Federico Ravina y la Dra Rocío Rodríguez se convierten en sus abogados defensores.
Antes del comienzo del juicio, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos y el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel –entre otras organizaciones de derechos humanos– manifiestan su apoyo a Carrera y a su familia, avalando la teoría de la causa judicial armada.
Durante las audiencias, los abogados de Carrera desentrañan la causa armada: cuatro de los testigos que en la instrucción aparecían diciendo que habían visto a Carrera disparar, lo negaron frente a los jueces; parte de las pruebas procesales misteriosamente desaparecieron; ninguno de los damnificados por los robos reconoció a Carrera como el autor de los hechos; todos los testigos afirman no haber escuchado sirenas durante la persecución; entre otras tantas irregularidades presentes en la causa.
estado actual de la causa
EL 7 de junio de 2007 Fernando Ariel Carrera fue condenado a 30 años de prisión. Hasta hoy sigue detenido en el penal de Marcos Paz.
En diciembre de 2009, Nora Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel
y Enrique Piñeyro se presentaron ante la Corte Suprema de Justicia bajo la figura de Amicus Curiae (Amigos del Tribunal) adjuntando a la presentación el video que mostraba las incontables irregularidades del expediente.
Con el voto favorable de tres miembros del tribunal, se le dio vista al Procurador General de la Nación, Esteban Righi, para que dictamine si la Corte Suprema debe abocarse o no a la revision de la causa.

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Pelicula Online: http://www.megavideo.com/?d=6DLEBHCU

sábado, 6 de noviembre de 2010

La biografía oculta de los Obama: una familia al servicio de la CIA (2ª parte)


Por Wayne Madsen

En la segunda parte de su investigación, Wayne Madesen aborda la biografía de la madre y del padre adoptivo del presidente Barack Obama. Sigue la trayectoria de ambos como agentes de la CIA, primeramente en la Universidad de Hawai, donde se elaboran algunos de los más oscuros proyectos de la CIA, y posteriormente en Indonesia, en momentos en que Estados Unidos preparaba una enorme masacre de simpatizantes comunistas. Las carreras de la madre de Obama y de su padre adoptivo forman parte del periodo que rodeó el comienzo de la globalización en Asia y en el resto del mundo. A diferencia de la dinastía Bush, Barack Obama supo esconder hasta ahora sus propios vínculos con la CIA y, sobre todo, los que tenía su familia. Madsen concluye con la siguiente interrogante: ¿Qué esconde aún Barack Obama?

El joven «Barry» Obama Soetoro, a la edad de 10 años, con su padre adoptivo Lolo Soetoro, su madre Ann Dunham Obama Soetoro y su media hermana Maya Soetoro (Foto de familia publicada por Bloomberg News).

En la primera parte de este trabajo especial, el Wayne Madsen Report (WMR) revelaba los vínculos entre Barack Obama, padre del presidente estadounidense, y el envío a Estados Unidos de 280 estudiantes originarios de Sudáfrica y de los países del este de África que ya habían alcanzado la independencia o que estaban a punto de hacerlo. Mediante la entrega de diplomas universitarios, Estados Unidos se estaba garantizando la simpatía de los felices elegidos y esperaba contrarrestar los planes similares de la Unión Soviética y China.
El padre de Barack Obama fue el primer estudiante extranjero inscrito en la Universidad de Hawai. Obama padre y la madre de Barack Obama, la Srta. Ann Stanley Dunham, se conocieron en un curso de lengua rusa, en 1959, y se casaron en 1961.
El programa de invitación de estudiantes africanos estaba en manos del líder nacionalista Tom Mboya, mentor y amigo de Obama padre y, al igual que él, originario de la tribu luo. Los documentos de la CIA citados en la primera parte de este trabajo demuestran la activa cooperación de Mboya con la CIA para impedir que los nacionalistas prosoviéticos y prochinos adquiriesen influencia sobre los movimientos nacionalistas panafricanos en los sectores político, estudiantil y obrero.
Uno de los más encarnizados oponentes de Mboya era el primer presidente de la República de Ghana, Kwame Nkrumah, derrocado en 1966 durante una operación montada por la CIA. Al año siguiente, Barack Obama y su madre se reunieron con Lolo Soetoro en Indonesia. Soetoro había conocido a Ann Dunham en 1965, en la Universidad de Hawai, cuando el joven Barack tenía sólo 4 años.
Así que Barack y su madre se instalaron en Yakarta en 1967. En 1965, el general Suharto había llamado a Lolo Soetoro para que se incorporara al alto mando militar y ayudara a la planificación, con ayuda de la CIA, del genocidio de indonesios y de chino-indonesios procomunistas a través de todo el país. Suharto consolidó su poder en Indonesia en 1966, el mismo año en que Mboya ayudaba a la CIA a encontrar entre los nacionalistas panafricanos el apoyo necesario para derrocar al presidente Nkrumah en Ghana.

 

 

El East-West Center de la Universidad de Hawai y el golpe de Estado de la CIA contra Sukarno

 

 Vínculos entre las diversas instituciones y la CIA.


Ann Dunham conoció a Lolo Soetro en el East-West Center de la Universidad de Hawai. Ese centro estaba vinculado desde hacía mucho con las actividades de la CIA en la zona Asia/Pacífico.
En 1965, año en que Dunham conoció a Lolo Soetoro y se casó con él, se produce el nombramiento de un nuevo decano en el East-Western Center. Se trata de Howard P. Jones, quien había sido embajador de Estados Unidos en Indonesia durante 7 años que fueron capitales para aquel país, entre 1958 y 1965. Jones estaba presente en Yakarta cuando Suharto y sus oficiales, actuando por cuenta de la CIA, planificaron el derrocamiento de Sukarno, acusado, al igual que el PKI (Partido Comunista Indonesio) de ser un aliado de China.
El 10 de octubre de 1965, siendo ya el decano del East-West Center, Jones publicó en el Washington Post un artículo en defensa de Suharto sobre la cuestión del golpe de Estado contra Sukarno. El Washington Post lo invitaba a comentar aquel golpe de Estado, descrito como un «contragolpe de Estado» cuyo objetivo era retomar el poder de manos de los comunistas. Jones declaraba que Suharto no había hecho sino responder a un golpe de Estado comunista contra Sukarno dirigido por el teniente coronel Untung, «un capitán de batallón relativamente desconocido, destacado en la guardia presidencial».
Jones, cuyas palabras reflejan el contenido de los informes de la CIA provenientes de la embajada de Estados Unidos en Yakarta, continuaba su artículo afirmando que el supuesto golpe militar comunista del 30 de septiembre de 1965 «estaba muy cerca de tener éxito, después del asesinato de 6 oficiales del alto mando. Hubiese tenido éxito si el ministro de Defensa Nasution y varios generales no hubiesen reaccionado lo bastante rápido como para organizar un espectacular contragolpe». Por supuesto, lo que Jones no informó a los lectores del Washington Post fue que Suharto tuvo muchísimo apoyo de la CIA.
Ni Sukarno ni el gobierno indonesio, al que pertenecían líderes de segunda y tercera importancia en el PKI, reprocharon aquellos asesinatos a los comunistas. No se puede descartar la hipótesis de que los asesinatos fuesen una operación bajo bandera falsa organizada por la CIA y Suharto y destinada a poder enfilar las acusaciones hacia el PKI. Dos días después del golpe de Suharto, personas que participaban en una manifestación orquestada por la CIA incendiaron el cuartel general del PKI en Yakarta. Al desfilar ante la embajada estadounidense, que incluía también una estación de la CIA, los manifestantes gritaban: «¡Viva Estados Unidos!»
Untung declaró, por su parte, que él cuando se dio cuenta de que Suharto y la CIA estaban preparando un golpe de Estado para el día del desfile del ejército indonesio, el 5 de octubre de 1965, Sukarno y él mismo, con algunos militares leales, decidieron adelantarse a los golpistas. Jones respondió que veía en aquella versión «la tradicional propaganda comunista». Suharto se había comprometido en contra de Sukarno el 1º de octubre. Jones repitió que no había «ni una onza de verdad en la acusación que se hacía a la CIA de haber actuado contra Sukarno». Los historiadores han comprobado lo contrario.
Jones acusaba a los comunistas de aprovechar los problemas de salud de Sukarno para excluir a cualquier candidato que pudiese reemplazarlo. El objetivo de los comunistas, según Jones, era imponer como sucesor de Sukarno a D. N. Aidit, el jefe del PKI. La muerte de Sukarno no se produjo hasta 1970, cuando se encontraba en prisión domiciliaria.
Un documento de la CIA, anteriormente clasificado como documento secreto y no fechado, menciona que «Sukarno quería volver a la configuración anterior al golpe. Se negaba a acusar al PKI y al Movimiento del 30 de Septiembre del teniente coronel Untung; llamó más bien a la unidad del pueblo indonesio y evitó el deseo de venganza. Pero no logró impedir que el ejército prosiguiera sus operaciones contra el PKI; actuó] en el sentido de esas operaciones al nombrar al general Suharto a la cabeza del ejército».
Suharto y padre adoptivo de «Barry» Obama Soetoro, Lolo Soetoro, ignoraron los llamados a la calma de Sukarno, como rápidamente habrían de comprobarlo los indonesios.

 Después del fracaso del golpe de Estado atribuido a oficiales de izquierda en 1965, Suharto (a la izquierda) desencadenó sangrientas purgas anticomunistas que costaron la vida a un millón de civiles.

Los documentos de la CIA mencionan la masacre perpetrada por Suharto contra las poblaciones chino-indonesias a través de la descripción del partido Baperki: «Los simpatizantes del partido de izquierda Baperki, muy implantado en las zonas rurales, son mayoritariamente de origen chino-indonesio.» Una nota desclasificada de la CIA, fechada el 6 de octubre de 1966, demuestra la extensión del control y de la supervisión que ejerció la CIA durante el golpe de Estado de Sukarno.
Numerosos agentes se desempeñaban como intermediarios con las unidades de Suharto que ocupaban posiciones en los alrededores del palacio presidencial, en Bogor, y de diversas embajadas en todo el país, como el consulado de Estados Unidos en Medan. Ese consulado vigilaba a los simpatizantes de la izquierda en aquella ciudad de la isla de Sumatra y, según un memorando de la CIA fechado el 2 de octubre de 1965, puso en conocimiento de la agencia que «el cónsul soviético disponía de un avión listo para evacuar a los ciudadanos soviéticos de Sumatra». La nota del 6 de octubre recomendaba también impedir que Untung tuviese demasiado apoyo entre las poblaciones del interior de la isla de Java.

Ann Dunham Soetero «conquistando los corazones y las mentes» de los granjeros y artesanos javaneses en la aldea de Kajar.

Un informe semanal ya desclasificado de la CIA sobre Indonesia, fechado el 11 de agosto de 1967 y titulado «El nuevo orden en Indonesia», muestra que en 1966 Indonesia reestructuró su economía para cumplir las condiciones del FMI para la obtención de ayuda.
En ese informe, la CIA se regocijaba por el nuevo triunvirato instalado en el poder en Indonesia en 1967: Suharto, el ministro de Relaciones Exteriores Adam Malik y el sultán de Jogjakarta , quien era también ministro de Economía y Finanzas. La CIA se felicitaba también por la prohibición del PKI pero reconocía que ese partido «reunía sin embargo numerosos partidarios en el este y el centro de Java».
Es precisamente en esa región donde Ann Dunham Soetoro concentraría posteriormente sus actividades por cuenta de la USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), del Banco Mundial y de la Fundación Ford, organismos que actuaban todos como pantallas de la CIA. La misión de Ann Dunham Soetoro era «conquistar los corazones y las mentes» de los granjeros y artesanos javaneses.
Una nota desclasificada de la CIA fechada el 23 de julio de 1966 presenta claramente al partido musulmán Nahdatul Ulama (NU), la formación política más poderosa de Indonesia, como un aliado natural de Estados Unidos y del régimen de Suharto. El informe demuestra que Suharto contó con la ayuda de la CIA para derrocar a los comunistas durante el periodo de contragolpe, específicamente en los lugares donde el NU estaba mejor implantado: en el este de Java, el norte de Sumatra y en varias zonas de la isla de Borneo. Otra nota desclasificada de la CIA, fechada el 29 de abril de 1966, menciona al PKI: «Los extremistas musulmanes han superado al ejército en muchos aspectos al perseguir y asesinar a los miembros del PKI y de otros grupos afiliados que les servían de cobertura.»

 

 

Dunham y Barry Soetoro en Yakarta y las actividades secretas de la USAID


Ya embarazada de Barack Obama, Dunham abandonó sus estudios en la Universidad de Hawai en 1960. El padre de Barack Obama abandonó Hawai en 1962 para ir a estudiar en Harvard. Dunham y el padre de Barack Obama se divorciaron en 1964.
En el otoño de 1961, Dunham se inscribió en la Universidad de Washington y comenzó a criar a su hijo. Se reincorporó a la Universidad de Hawai entre 1963 y 1966. Después de unirse a Dunham en marzo de 1965, Lolo Soetoro salió de Hawai para Indonesia el 20 de julio de 1965, tres meses antes de las operaciones de la CIA contra Sukarno.
Resulta evidente que Soetoro, promovido al grado de coronel por Suharto, regresó a Yakarta para participar en el golpe de Estado contra Sukarno, acción que provocó la muerte de un millón de civiles indonesios.
El presidente Obama preferiría que la prensa ignorara ese pasado. Y eso precisamente fue lo que hizo la prensa durante la campaña de las primarias y durante la elección presidencial de 2008.
En 1967, luego de su llegada a Indonesia con Obama junior, Dunham impartió clases de inglés en la embajada de Estados Unidos en Yakarta, que incluía una de las más importantes estaciones de la CIA en toda Asia, con importantes filiales en Surabaya, en el este de Java, y en Medan, en la isla de Sumatra. Jones dejó su cargo de decano de la Universidad de Hawai en 1968.
En realidad, la madre de Obama impartía clases de inglés por cuenta de la USAID, organización de gran envergadura que servía de pantalla para las actividades secretas de la CIA en Indonesia y en todo el sudeste asiático, en países como Laos, el sur de Vietnam y Tailandia.
El programa de la USAID se conoce con el nombre Lembaga Pendidikan Pembinaan Manajemen. Aunque su propio hijo y la gente que se relacionó con ella en Hawai describen a Dunham como una persona de mentalidad libre, «hija de los años 60», las actividades que realizó en Indonesia contradicen la tesis de que fuera una «hippie».
Los estudios de ruso que Dunham había hecho en Hawai parecen haber sido de mucha utilidad para la CIA en Indonesia. En una nota desclasificada, con fecha del 2 de agosto de 1966, el autor de dicha nota, el secretario general del Consejo de Seguridad Nacional Bromley Smith relataba que, al igual que Japón. Europa Occidental, Australia, Nueva Zelanda, Malasia y Filipinas, la Unión Soviética y sus aliados de Europa Oriental habían acogido bien la noticia del golpe de Suharto ya que creaba una Indonesia no alineada que «representaba un contrapeso en Asia ante la China comunista». Varios archivos demuestran que, al igual que Ann Dunham, varios agentes de la CIA destacados en Yakarta, antes y después del golpe de Estado de 1965, hablaban ruso.
Durante su estancia en Indonesia, y posteriormente en Pakistán, Dunham Soetoro trabajó para la Fundación Ford, el Banco Mundial, el Banco Asiático de Desarrollo, el Banco Rakyat (el banco público indonesio perteneciente al gobierno) y para la USAID.
La USAID estuvo implicada en varias operaciones secretas de la CIA en sudeste asiático. El 9 de febrero de 1971, el diario Washington Star publicó que, según los responsables de la USAID en Laos, el arroz que la USAID enviaba al ejército de Laos se revendía al ejército de Vietnam del Norte en el propio Laos. El informe revela que Estados Unidos toleraba la reventa del arroz de la USAID porque el ejército de Laos evitaba así los ataques de Vietnam del Norte y de sus aliados comunistas del Pathet Lao.
La USAID y la CIA utilizaban el abastecimiento de arroz para obligar a las tribus meo de Laos a unirse a Estados Unidos en la guerra contra los comunistas. Estaba previsto que la USAID destinara fondos a la ayuda para los civiles heridos y la creación de un sistema de seguro médico en Laos, pero aquellos fondos fueron desviados y utilizados con fines militares.
En 1971, el Centro de Estudios Vietnamitas de la Universidad de Illinois en Carbondale, financiado por la USAID, fue acusado de servir de pantalla a la CIA. Se sospechó también que los proyectos financiados por la USAID a través del Consorcio de Universidades del Midwest para Actividades Internacionales (Midwest Universities Consortium for International Activities, MUCIA), que incluye las universidades de Illinois, Minnesota, Indiana y Michigan, eran en realidad proyectos secretos de la CIA.
Entre esos proyectos se encontraban los programas de «educación agraria» en Indonesia y otros proyectos en Afganistán, Malí, Nepal, Nigeria, Tailandia y Vietnam del Sur. Aquellas acusaciones se produjeron en 1971, cuando Dunham trabajaba para la USAID en Indonesia.
En un artículo publicado el 10 de julio de 1971, el New York Times acusaba a la USAID y la CIA de haber «perdido» 1 700 millones de dólares destinados al programa CORDS (Civil Operations and Revolutionary Development Support). Aquel programa era parte de la Operación Fénix, en el marco del cual la CIA torturó y asesinó a numerosos civiles, patriarcas y monjes budistas en las aldeas de Vietnam del Sur. Sumas de dinero provenientes de la USAID fueron entregadas también a Air America, una compañía aérea perteneciente a la CIA en el sudeste asiático.
En Tailandia, el financiamiento de la USAID al Programa de Desarrollo Rural Acelerado (Accelerated Rural Development Program) servía de pantalla a las operaciones de lucha contra la insurrección comunista. De la misma manera, en 1971, durante los meses anteriores al desencadenamiento de la tercera guerra indo-pakistaní, los fondos de la USAID destinados a los proyectos de trabajos públicos en el este de Pakistán fueron utilizados para consolidar posiciones militares en la frontera con la India. Aquellos desvíos de fondos violaban la ley estadounidense que prohíbe la utilización de fondos de la USAID en programas de carácter militar.
En 1972, en una entrevista concedida a Metromedia News, el doctor John Hannah, director de la USAID, reconoció que la CIA utilizaba la USAID como pantalla de sus operaciones secretas en Laos. Hannah afirmaba que la USAID servía de pantalla únicamente en Laos. Pero se comprobó que la USAID también servia de pantalla en Indonesia, Filipinas, Vietnam del Sur, Tailandia y Corea del Sur. Los proyectos de la USAID en el sudeste asiático tenían que obtener la aprobación del SEADAG (Southeast Asian Development Advisory Group), un grupo que elaboraba proyectos públicos en Asia, obligado en realidad a acatar la opinión de la CIA.
En 1972 se comprobó que el programa Food for Peace, administrado por la USAID y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, recibió un financiamiento con objetivos militares para la realización de proyectos en Camboya, Corea del Sur, Turquía, Vietnam del Sur, España, Taiwán y Grecia. En 1972, la USAID solamente envió dinero a las zonas meridionales de Yemen del Norte, con vistas a armar a las fuerzas noryemenitas contra el gobierno de Yemen del Sur, dirigido en aquel entonces por socialistas contrarios a la hegemonía estadounidense en la región.
Entre las instituciones afiliadas a los trabajos de la USAID en Indonesia se hallaba la Fundación Asia (Asia Foundation), creada con ayuda de la CIA en los años 1950 para contrarrestar la expansión del comunismo en Asia. La pensión del East-West Center en la Universidad de Hawai era financiada por la Fundación Asia. El padre de Obama vivió en aquella pensión cuando llegó de Kenya, después de haber gozado de los beneficios del programa de ayuda a los estudiantes africanos que organizaba uno de los más influyentes agentes de la CIA en África, Tom Mboya.
Dunham también estuvo en Ghana, en Nepal, en Bangladesh, en la India y en Tailandia en el marco de varios proyectos de microfinanciamiento. En 1965, el padre de Barack Obama dejó Harvard y regresó a Kenya con su nueva esposa estadounidense. El padre de Obama retomó entonces contacto con su viejo amigo, el «golden boy» de la CIA Tom Mboya, y con otros políticos de origen luo, la tribu del padre de Obama. Philip Cherry dirigió la estación de la CIA en Nairobi desde 1964 hasta 1967.
En 1975 [Philip Cherry] fue nombrado jefe de la estación de la CIA en Dacca, la capital de Bangladesh. El embajador estadounidense de aquella época en Bangladesh, Eugene Booster, acusó a Cherry de estar implicado en el asesinato del primer presidente de Bangladesh, Sheik Mujiur Rahman, y en la muerte de otros miembros de su familia. La ejecución de la familia presidencial de Bangladesh probablemente fue ordenada por el secretario de Estado Henry Kissinger. Bangladesh era también una etapa en el itinerario que seguía Ann Dunham, por cuenta de la CIA, en el marco de varios proyectos de micro y macrofinanciamiento.

Obama y sus abuelos maternos, Madelyn y Stanley Dunham, en 1979. Su abuela fue vicepresidenta del Banco de Hawai, institución bancaria utilizada por diferentes pantallas de la CIA.

 

 

Los bancos de la CIA y Hawai


Ann Dunham se quedó en Indonesia cuando el joven Barack Obama regresó a Hawai, en 1971. Puso a su hijo en manos de su abuela materna, Madelyn Dunham. Esta última fue la primera mujer que ocupó el cargo de vicepresidente del Banco de Hawai en Honolulu. Diferentes pantallas de la CIA utilizaban por entonces el Banco de Hawai para transferir fondos a los dictadores asiáticos en el poder, como el presidente de Filipinas Ferdinando Marcos, el presidente de Vietnam del Sur Nguyen Van Thieu y el general Suharto, presidente de Indonesia.
En efecto, el Banco de Hawai se encargaba de lavar el dinero de la CIA como medio de disimular el apoyo de la CIA a sus líderes políticos preferidos en la región Asia-Pacífico.
En Honolulu, una de las sociedades bancarias más utilizadas por la CIA para el lavado de dinero era la BBRDW (Bishop, Baldwin, Rewald, Dillingham & Wong). En 1983, la CIA aprobó la liquidación de la BBRDW, sospechosa de ser parte de una operación de inversiones fraudulentas que seguía el esquema piramidal o esquema de Ponzi. El senador Daniel Inouye –miembro del Comité de Inteligencia del Senado estadounidense (US Senate Select Committee on Intelligence) y uno de los mejores amigos del ex senador de Alaska Ted Stevens– declaró en aquel entonces que el papel de la CIA en la BBRDW era «insignificante». Se descubrió después que Inouye había mentido.
En realidad, la BBRDW estaba ampliamente implicada en el financiamiento de las actividades secretas de la CIA en toda Asia, como las de espionaje industrial en Japón, las de ventas de armas a las guerrillas anticomunistas de los muyahidines afganos, y también en Taiwán.
Entre los dirigentes de la BBRDW se hallaba John C. «Jack» Kindschi. Antes de jubilarse, en 1981, Kindschi fue jefe de la estación de la CIA en Honolulu. El diploma universitario que el presidente de la BBRDW, Ron Rewald, exhibía en la pared de su oficina era falso, fabricado por los expertos de la CIA. La agencia llegó incluso a agregar el nombre de Rewald en los archivos de ex estudiantes.
La CIA reescribió el pasado de la BBRWD para hacer creer que aquel banco estaba presente en Hawai desde la época de la anexión del archipiélago por parte de Estados Unidos. El presidente Obama lucha en estos momentos contra una serie de acusaciones de que sus diplomas y notas obtenidos son falsos, al igual que su número de seguridad social en Connecticut y otros datos que realzan su currículum.
¿Será el descubrimiento de los documentos falsificados de la BBRDW lo dio origen a las interrogantes que hoy están saliendo a la luz sobre el pasado de Barack Obama?
La BBRDW se hallaba en el barrio de negocios de Honolulu, cerca de la sede del Banco de Hawai, donde se encontraban a su vez las cuentas enmascaradas de la CIA que administraba Madelyn Dunham, la abuela de Barack Obama. El Banco de Hawai se ocupó de las numerosísimas transacciones financieras secretas que realizaba la BBRDW.

 

 

Obama-Soetoro y «los años que vivimos en peligro» en Yakarta

 

Es evidente que Ann Dunham Soetoro y su esposo indonesio, Lolo Soetoro, padre adoptivo del presidente Obama, estaban muy estrechamente vinculados a las actividades de la CIA tendientes a neutralizar la influencia chino-soviética en Indonesia durante «los años que vivimos en peligro» después del derrocamiento de Sukarno.
El Wayne Madsen Report descubrió que durante aquel mismo periodo varios agentes de alto rango de la CIA fueron nombrados, tanto de forma oficial como no oficial, en diferentes puestos enmascarados en Indonesia.
La cobertura la proporcionaban la USAID, los Cuerpos de Paz (Peace Corps) y la USIA (US Information Agency).
Uno de los agentes de la CIA más cercanos a Suharto era Kent B. Crane, quien había estado entre los agentes de la CIA nombrados en la embajada de Estados Unidos en Yakarta. Crane estaba tan estrechamente vinculado con Suharto que después de «su jubilación» de la CIA, parece haber sido uno de los pocos hombres de negocios «privados» en obtener del gobierno de Suharto un pasaporte diplomático indonesio.
La empresa de Crane, el Crane Group, vendía armas de pequeño calibre a las fuerzas militares de Estados Unidos, Indonesia y otros países. Crane fue consejero de Relaciones Exteriores del vicepresidente de Estados Unidos Spiro Agnew. Posteriormente el presidente estadounidense Ronald Reagan lo nombró embajador de Estados Unidos en Indonesia, nominación que no llegó a concretarse debido a sus sospechosos vínculos con Suharto.
En su lugar se nombró a John Holdridge, cercano a Kissinger. Al terminar su mandato en Yakarta, Holdridge fue reemplazado por Paul Wolfowitz.
Los protegidos de Suharto, entre ellos Mokhtar y James Riady del Lippo Group, se vieron acusados de haber inyectado, a través de contribuciones extranjeras ilegales, más de un millón de dólares a las cuentas de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992.
El presidente Barack Obama ha pospuesto por dos veces su visita oficial a Indonesia. ¿Será porque teme el interés que ese viaje pudiera despertar por los vínculos de su madre y de su padre adoptivo con la CIA?

Ann Dunham de visita en un criadero de patos en Bali, oficialmente, en el marco de su trabajo para el desarrollo de programas de crédito bancario para pequeñas empresas.

Durante los años 1970 y 1980, Dunham se ocupaba de proyectos de microcrédito en Indonesia por cuenta de la Fundación Ford, del East-West Center y de la USAID. Entre las personas que trabajaban por entonces en la embajada de Estados Unidos se encontraba el doctor Gordon Donald Jr., quien participó en la protección de los edificios de la embajada durante las violentas manifestaciones contra Estados Unidos que se produjeron en el periodo del golpe contra Sukarno.
Dentro de la Oficina de Relaciones Económicas, Donald era responsable del microfinanciamiento de la USAID destinado a los campesinos indonesios, el mismo programa en el que Dunham trabajó en colaboración con la USAID durante los años 1970, después de haber impartido clases de inglés en Indonesia, también por cuenta de la USAID. En el libro Who’s Who in the CIA, publicado en 1968 en Alemania Occidental, se describe a Donald como un agente de la CIA que también estuvo destacado en Lahore, Pakistán, ciudad en la que Dunham haría posteriormente una estancia de 5 años, en una suite del hotel Hilton, en la realización de proyectos de microfinanciamiento por cuenta del Banco Asiático de Desarrollo.
Entre las personas que trabajaban en Yakarta, el Who’s Who in the CIA menciona también a Robert F. Grealy, quien se convertiría posteriormente en director de relaciones internacionales para la zona Asia-Pacífico en J. P. Morgan Chase y, más tarde, en director de la Cámara de Comercio para Estados Unidos e Indonesia. El presidente de J. P. Morgan Chase, Jamie Dimon, fue mencionado recientemente como posible sustituto de Richard Geithner, el secretario del Tesoro, cuyo padre, Peter Geithner, trabajaba para la Fundación Ford y tenía la última palabra en la atribución de los fondos destinados a los proyectos de microfinanciamiento de Dunham.


Los inconfesables proyectos de la CIA en Hawai

 

Mientras se hallaba en Pakistán, Ann Dunham recibió la visita de su hijo Barack en 1980 y 1981. Barack Obama también estuvo entonces en Karachi, en Lahore y en la ciudad india de Hyderabad. Durante aquel mismo periodo, la CIA intensificaba sus operaciones en Afganistán desde territorio pakistaní.
El 31 de enero de 1981, el director adjunto de la Oficina de Investigación e Informes de la CIA (ORR, Office of Research and Reports) transmitió al director de la CIA, Allen Dulles, una larga nota, clasificada como secreta, código NOFORN, y actualmente desclasificada. En dicha nota se presenta el informe sobre una misión de búsqueda de datos de inteligencia realizada entre el 17 de noviembre y el 21 de diciembre de 1957 en el Extremo Oriente, el sudeste asiático y el Medio Oriente.
El jefe de la ORR mencionaba en aquella nota su encuentro con el equipo del general retirado Jesmond Balmer, por entonces alto responsable de la CIA en Hawai, sobre el pedido que había formulado el jefe del US Pacific Command para «la recogida de numerosa información que exige largas investigaciones». El jefe de la ORR mencionaba entonces las investigaciones realizadas por la CIA para reclutar en la Universidad de Hawai «estudiantes que hablen chino (…) capaces de desempeñar misiones de inteligencia». Abordaba después los debates que se habían desarrollado en Baguio, entre el 26 y el 29 de noviembre de 1957, en un seminario de la Organización del Tratado del Sudeste Asiático sobre contraespionaje. El Comité Económico había discutido primeramente sobre los «fondos para el desarrollo económico» destinados a combatir «las actividades de subversión ejercidas por el bloque chino-soviético en la región», antes de «estudiar todas las posibles reacciones a su puesta en marcha».
Las delegaciones tailandesa y filipina hicieron muchos esfuerzos por lograr que Estados Unidos financiara un fondo de desarrollo económico que habría emprendido en la región otros proyectos de la USAID, como aquellos en los que tanto trabajaban Peter Geithner y la madre de Barack Obama.
Existe una importante masa de literatura sobre los aspectos geopolíticos de las operaciones secretas de la CIA realizadas desde la Universidad de Hawai. No sucede lo mismo con los elementos más tenebrosos de la búsqueda de información de inteligencia y las
Operaciones como MK-ULTRA, que no se han asociado sistemáticamente a la Universidad de Hawai.
Varias notas desclasificadas de la CIA fechadas el 15 de mayo de 1972 mencionan la implicación del Departamento de Defensa ARPA (Advanced Research Projects Agency) y de la Universidad de Hawai en un programa de la CIA para estudios del comportamiento. Esas notas fueron redactadas por el entonces director adjunto de la CIA Bronson Tweedy, el director del PRG (Program Review Group) de la US Intelligence Community y el director de la CIA Robert Helms. Las notas tienen como tema «las investigaciones realizadas por el ARPA sobre la inteligencia».
La nota del director del PRG aborda una conferencia en la que participó, el 11 de mayo de 1972, el teniente coronel Austin Kibler, director de estudios del comportamiento en el ARPA. Kibler supervisaba las investigaciones del ARPA sobre modificación del comportamiento y vigilancia remota. Los memos del director del PRG mencionan a varios altos responsables: Edward Proctor, director adjunto de la CIA a cargo de la inteligencia; Carl Duckett, director adjunto de la CIA a cargo de ciencias y tecnologías, y John Huizenga, el director del Office of National Estimates.
En 1973, luego que el entonces director de la CIA, James Schlesinger, ordenara una investigación administrativa sobre la totalidad de los programas de la CIA, la agencia presentó toda una serie de documentos sobre diversos programas, lo que se designó con la expresión «joyas de familia». La mayoría de aquellos documentos fueron publicados en 2007.
En ese mismo momento se supo que Helms le había ordenado al doctor Sidney Gottlieb que destruyera los documentos vinculados a las investigaciones que estaba realizando. El doctor Gottlieb dirigía el proyecto MK-ULTRA, un programa investigativo de la CIA sobre modificación del comportamiento, lavado de cerebro e inyección de drogas.
En un memo del agente de la CIA Ben Evans para el director de la CIA William Colby, fechado el 8 de mayo de 1973, Duckett expresaba su opinión: «Sería inoportuno que el señor Director se declara al tanto de ese programa», refiriéndose así a los experimentos que realizaba Gottlieb para el proyecto MK-ULTRA.
Después de la publicación de las «joyas de familia», varios miembros de la administración del presidente estadounidense Gerald Ford, entre ellos el jefe de gabinete de la Casa Blanca Dick Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, se aseguraron de que no se hiciera ninguna revelación sobre los programas de modificaciones del comportamiento y sicológicas, entre los que figuraban los proyectos MK-ULTRA y ARTICHOKE.
Varios memos del 15 de mayo de 1972 mencionan el proyecto SCANATE, que comenzó aquel mismo año. Se trata de uno de los primeros programas de investigación de la CIA sobre la guerra sicológica, particularmente sobre el uso de sustancias psicotrópicas con fines de vigilancia remota y de manipulación sicológica. Se mencionan Kibler, del ARPA, y «su subcontratado». Más tarde se sabría que se trataba del Stantford Research Institute (SRI), situado en Menlo Park, California.
Helms envió un memo a personajes como Duckett, Huizenga, Proctor y el director de la agencia de inteligencia del Departamento de Defensa (Defence Intelligence Agency, DIA). Este último heredaría posteriormente el proyecto de la CIA denominado «GRILL FLAME» sobre la vigilancia remota. Helms insistía en el hecho que el ARPA venía apoyando «desde hace cierto número de años» las investigaciones sobre el comportamiento y las potenciales aplicaciones que pudieran ser útiles para la labor de inteligencia, «con la participación del M.I.T., de Yale, de la Universidad de Michigan, de la UCLA, de la Universidad de Hawai y de otras instituciones o grupos de investigación».
La colaboración de la Universidad de Hawai con la CIA en materia de guerra sicológica aún prosigue hoy en día. La doctora Susan Brandon, actual directora del programa de estudio del comportamiento del Centro de Contraespionaje y de Inteligencia (Defence Counterintelligence and Human Intelligence Center, DCHC) en el seno de la DIA, obtuvo su doctorado en psicología en la Universidad de Hawai. Brandon parece haber estado implicada en un programa secreto, resultado de la colaboración de la APA (American Psychological Association), la RAND Corporation y la CIA, programa destinado a «mejorar los procedimientos de interrogatorio».
El objetivo de esas investigaciones tenía que ver con la privación de sueño y la percepción sensorial, la aplicación de dolores intensos y de completo aislamiento, métodos aplicados a los prisioneros de la base aérea de Bagram, en Afganistán, y de otras prisiones secretas.
Brandon fue también asistente del director del Departamento de Ciencias Sociales, del Comportamiento y Educativas en el Buró de Ciencia y Tecnología de la administración de George W. Bush.
O sea, los vínculos entre la CIA y la Universidad de Hawai no disminuyeron a fines de los años 1970; el ex presidente de la Universidad de Hawai entre 1969 y 1974, Harlan Cleveland, fue invitado a dar una conferencia en el cuartel general de la CIA, el 10 de mayo de 1977.
Antes de asumir funciones en la Universidad de Hawai, Cleveland fue secretario del Buró de Asuntos vinculados a las Organizaciones Internacionales (Bureau of International Organization Affairs) de 1965 à 1969.
Un memo del director de formación de la CIA, fechado el 21 de mayo de 1971, indica que la CIA reclutó a un oficial de la Marina que estaba comenzando el segundo curso de estudios en la Universidad de Hawai.

 

 

La familia Obama y la CIA


Existen muchísimos documentos sobre los vínculos de George H. W. Bush con la CIA y sobre las actividades que su padre y sus hijos, como el ex presidente George W. Bush, realizaron por cuenta de la CIA.
Por su parte, Barack Obama logró disimular sus propios vínculos con la agencia, al igual que los de sus padres, su padre adoptivo y su abuela (muy poco se sabe sobre su abuelo, Stanley Dunham.
Se supone que dirigió un comercio de muebles en Hawai después de servir en Europa durante la Segunda Guerra Mundial). A diferencia de los demás miembros del gobierno federal, los presidentes y vicepresidentes de los Estados Unidos no son objeto de ninguna investigación sobre sus antecedentes antes de entrar en funciones.
Ese trabajo de verificación queda en manos de la prensa. En 2008, los periodistas fallaron lastimosamente en cuanto a su deber de informar al público cuando investigaron sólo muy superficialmente sobre el hombre que iba a hacer entrada en la Casa Blanca. Los vínculos de sus padres con la Universidad de Hawai y el papel de esa universidad en los proyectos MK-ULTRA y ARTICHOKE plantean la siguiente interrogante: ¿Qué esconde aún Barack Obama?

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