domingo, 17 de marzo de 2013

TODO UN CABALLERO

EL DECANO DE LOS COLUMNISTAS CUMPLE 80 AÑOS EN PLENA ACTIVIDAD
Manuel Alcántara: «Esto de vivir se me ha pasado muy pronto»
El poeta y articulista mantiene su cita diaria en el periódico y prepara un nuevo libro de poemas. Aspira a convertir la fundación creada en Málaga en un punto de encuentro sobre periodismo y poesía

Manuel Alcántara: «Esto de vivir se me ha pasado muy pronto»
ESPACIO. Alcántara conserva las 'olivetti' de las que han salido unos 18.000 artículos. / SALVADOR SALAS
La disciplina del artículo sigue marcando la agenda de sus 80 años y un día como decano de los columnistas españoles, ahora también viudo melancólico iluminado por afectos y amigos. Abre diligente la puerta, saluda pero no quita ojo al fax que engulle el envío mecanografiado del día a los periódicos de Vocento. Son las seis de la tarde. El mar pone hilo musical a una vivienda que se mide en recuerdos y fotos por centímetro cuadrado. En el garaje ya no hay coche, pero sí el lujo celeste del batín que le regaló Pepe Legrá cuando ganó el título mundial del peso pluma. Escribe atrincherado frente al mar en una soledad intermitente y dos viejas 'olivetti' son sus inofensivas ametralladoras frente al mundo. 'Rufo' le escolta en todo momento con celo milimétrico y no lo deja ni a sol ni a sombra, aunque la tarde tenga el mismo color del inquieto caniche gris. Hace las presentaciones: «Rufo y yo tenemos la misma edad».



El ministro Caldera debe estar muy contento con ciudadanos como usted, que trabaja mucho más allá de la edad normal de jubilación...

Sí, sí, pero sobre todo tengo motivos para estar contento yo, que no me he puesto malo nunca. Durante años, con secciones diarias en 'Ya' o 'Pueblo', no he faltado nunca a la cita, aparte de que no me he tomado nunca vacaciones salvo los tres días de rigor en los periódicos. Y no será porque me haya cuidado mucho. Ahora tomo ginebra, el 'dry martini' que tiene su peligro...Cuando yo escribía de boxeo en 'Marca' nos bebíamos en la redacción una botella de güisqui -una cada uno-, y no me ha pasado nunca nada. Aunque me puede pasar como a aquel del chiste, que cuando caía desde el piso catorce le preguntaban que cómo iba eso. «Hasta ahora bien. Lo peor es cuando llegue al suelo», decía. Tengo la sensación de que esto de vivir se me ha pasado muy pronto. ¿Cómo es posible que yo haya llegado a cumplir 80 años! Y tengo bastante buena memoria... Me acuerdo hasta de los soldaditos de plomo de la posguerra, que no eran de plomo porque se había gastado en hacer balas... Del tiempo no sabemos nada, sólo que no se para. Einstein decía que si usted está en un prado con una muchacha y se lo está pasando bien, una hora son tres minutos, pero cuando esté en la consulta del dentista será al revés. Eso es la relatividad. La vejez es una enfermedad mortal, no es enfermedad benigna.

«Estoy muy amparado»

¿La palabra es la mejor forma que ha encontrado de intentar atrapar el tiempo?

Quizás sí. No por la vanidad de dejar una señal de vida, sino por intentar explicar esto. La vida es ininteligible. ¿Por qué a un niño que juega con un balón lo atropella un camión? ¿Por qué hay un traficante de armas que tiene un yate con letras de oro macizas? ¿Por qué se nace en París o en Biafra? El ser humano intenta la trascendencia, la religión y la metafísica para explicar a qué viene esto de estar vivos. ¿Quién explica que haya millones de ciegos de nacimiento? Si hay un sumo hacedor, hay que preguntárselo porque el panorama no está nada claro.

Aseguran que la medicina genética cambiará algunas cosas.

Eso le quitará emoción a la vida. Si se pueden predecir los años que se va a vivir... Yo no deseo una larga vida, no parece deseable quedarme aquí mucho tiempo. Tenemos fecha de caducidad, como los yogures, y yo me la busco cuando me ducho pero no me la encuentro. La debo tener por la espalda.

Recientemente ha perdido a su mujer tras una larga enfermedad...

La soledad impuesta es muy grave. Cuando se ha estado toda una vida con una persona, y ya no está, sientes un gran desamparo. Hay que tener siempre a alguien cerca aunque sea para llevarse mal, que no era mi caso. Tengo refugios: salgo, mis amigos... Ahora estoy muy amparado, socorrido por ellos, que me llaman y me llevan a un sitio y a otro. Aparte de eso, soy muy sensible a los días nublados. Con el cielo gris te das cuenta de la importancia de un día radiante.

¿Qué control de calidad les hace a los amigos?

Yo creo que ellos siempre tienen razón. Nunca está justificada la envidia. Los llamados pecados son un motivo de placer. El lujurioso, el avaricioso... todos se lo pasan bien, pero el envidioso lleva el castigo encima, porque siempre se encontrará a uno más guapo, más joven, más rico, más listo. La envidia está flaca porque muerde y no come, que decía Quevedo. Estás perdido si eres envidioso. A mí los dioses me han librado de la envidia y del tedio. Yo creo que soy de las personas que menos ha bostezado en esta vida. A mí me parece que bostezar es una falta de educación, aunque inferior a eructar y es que hay mucha gente que se aburre.

¿Nunca ha tenido jefes?

No y eso me ha dado vida. Eso, y levantarme tarde. Sin embargo, no duermo más que los demás mortales. Ha habido años en que me he acostado preocupado por que no se me hiciera tarde para el aperitivo del día siguiente. He estado muy pocas mañanas andando por el mundo.

El amanecer, entonces, es una forma de belleza que no le dirá mucho.

No. A mí me gustaría mucho ver amanecer si sucediera a otras horas.

La ironía para el artículo ¿y para la poesía...?

La poesía está para describir sentimientos, para conocerte a ti mismo, para alumbrar la vida, pero su objetivo no es nada jocoso. La poesía es indefinible. ¿Que es triste? Claro. Se canta lo que se pierde, como decía Machado. Usted no verá ningún poema que diga «¿Qué bien me lo pasé ayer comiendo cigalas con mis amigos!». El artículo debe equilibrar la ironía con un punto de comprensión del mundo, pero que no le falte piedad. Ahora abunda el género del predicador. En mi vida le he querido decir a la gente lo que debe hacer. A mí me molestaría mucho. Hay que ser más un observador que un predicador. Los moralistas te dan la tarde.

Su labor como poeta es menos conocida, pero sigue con proyectos...

Antes de cascar quiero publicar el último. Sólo tengo media docena de poemas y el título: 'Últimas consecuencias'. La síntesis que logra la poesía es única. Un endecasílabo encerrado... es el género supremo.

¿Recuerda su primer artículo sin censura previa?

No, pero sí uno sobre Melilla que no me autorizó la censura y acababan de nombrar a Fraga ministro. Con él tenía cierta confianza le escribí una nota y surtió efecto. Me dejaron publicarlo.

La última vuelta

De un tiempo a esta parte vive un gran aluvión de reconocimientos.

He pasado por la vida sin hacer daño consciente a nadie. Ahora lo que pasa es que, como decía Baroja, estoy en la última vuelta del camino. Mis amigos de la tertulia me han regalado un búho de oro por mi cumpleaños, una preciosidad. Me conmovió mucho. A todo el mundo le gusta que le quieran. Interviene mucho lo de la edad. Ochenta años es algo respetable. La Biblia dice que no es prudente vivir más de 70, pero entonces no había penicilina. Antes, la gente cascaba antes: Rubén Darío no llegó a los 50, Kafka murió con 44...La vejez es mala, es una crisis de la esperanza, no se pueden hacer muchas cosas. Las cosas se ven de otra manera, sí, más apacible, pero es peor. Yo me bañaba y pescaba en una barca en esa playa y jugaba al fútbol. Ahora hace tiempo que ni bajo. Los años son un agravio.

En Málaga se ha creado la fundación Manuel Alcántara.

Se le ha ocurrido a Francisco Barrionuevo, de Novasoft, que es una mente ordenada y un gran trabajador. Quiero que sea un punto de encuentro, de estudio de la poesía y por el que quiero que pase lo mejor del periodismo.

Barrionuevo es un mecenas que viene del sector de las nuevas tecnologías y usted, con sus 'olivetti', todo un objetor tecnológico...

Tengo tendencia a acostumbrarme a las cosas. En mi casa de Madrid habrá unos 4.000 libros y allí tengo también todas mis viejas máquinas. El problema es encontrar las cintas, que ya no se fabrican.

¿Ahuyenta la tentación del cansancio con una mirada nueva que le permita escribir cada día?

Una vez, estando con César González Ruano, le preguntó a Azorín que qué era la vejez y el maestro, hecho una momia y con un hilo de voz, le respondió: «La falta de curiosidad». A mí no me pasa eso. Siempre estoy abierto a conocer y sobre todo a conocer gente. No hay una persona aburrida en el mundo a poco que te haga una confidencia. Lo más entretenido son las personas, el paisaje de las personas.

¿Sigue con su norma de trabajar dos horas?

Sí, mantener la actividad es bueno. Tampoco es fácil aburrirse. Para mí, todo es entretenido.

¿Cómo vive que cientos de miles de personas lean a diario su artículo?

Yo intento hablar de la vida porque la política es sólo una parte, aunque ahora todo son declaraciones de unos políticos que, como gremio, resultan mediocres. Ya pasaba antes. Ortega y Gasset sostenía que esa mediocridad se debía a la ausencia de los mejores. Dan más nivel en España la medicina, la pintura, la cirugía... En la política te encuentras cada tarugo. En los pueblos se nota mucho. Aquí, en el mío, habrá por lo menos doscientas personas que pretenden vivir de la política.

Recibirá cartas de lectores que le felicitan y también de los que le critican. ¿Tiene una respuesta tipo para los últimos?

No escribo cartas. Mi horóscopo me lo prohíbe. Después de tener que ganarme la vida escribiendo... y sé que así quedo muy mal con muchos. Me gusta más el contacto con la calle. Por ejemplo, en Bilbao, recuerdo que tuve una acogida inolvidable y quiero volver. Me saludan y me paran por la calle. Muchos creen que soy de allí. Me reconocen por la foto.

Para un agnóstico político, como usted se define, ¿escribir de política es fácil?

En mi calidad de niño de la guerra vi con ocho años en Málaga arrastrar a muertos por la calle, tiroteos y bombas y sólo pensaba: ¿qué mal se llevan estos señores mayores! Para colmo, yo tenía dos tíos, dos 'Pepes', uno, profesor de Matemáticas que estuvo de alférez y fue condecorado, y el otro, farmacéutico, que pasó nueve años años en Burgos por masón. Ahora ser masón es como ser socio del Recreativo de Huelva. Los dos eran buenísimas personas. La mejoría colectiva debe venir de mejorías individuales. Yo estoy abierto a todo y creo que en el mundo hay gente buena. Todo el que se crea muy importante es un 'chalao' porque todo el mundo se va a morir. Las panaderías y los transportes públicos funcionan porque hay gente que es buena. El día que cierren las tahonas habrá empeorado el mundo. Yo no creo en eso que llaman el progreso moral. Marañón creía en él y decía que era ya inconcebible una ejecución pública. Yo no estoy tan seguro de que si ahora se anunciara una ejecución de un violador no hubiera un lleno. No creo en la mejoría rápida de la sensibilidad.

Cinco periódicos al día

Con el artículo diario, ¿también quiere usted hacer mejor el mundo?

A mí me obsesiona y me perjudica mucho para la poesía. Una persona con más capacidad puede con todo, pero la mía es muy limitada. No me quedo tranquilo hasta que tengo el título. Me leo cinco periódicos todos los días a ver si me sale un toro aseado. Importa mucho el tono conversacional, rehuir las palabras extrañas. Hay colegas que se sirven de un diccionario de sinónimos, escriben como Dios les da a entender -que es una buena manera de escribir- y después cambian palabras por su acepción más anómala. No debes utilizar una palabra que no te pertenezca. Usar palabras que obliguen a coger el diccionario es de farsantes.

¿Qué le parece la propuesta de letra para el himno?

No podemos hablar de que estemos ante un hallazgo.

Alguna vez ha expresado su temor a tener una vida capicúa, en alusión al regreso de las dos Españas...

Es cierto. La Iglesia, por ejemplo, quiere sus privilegios de antes pero el que repruebe, por ejemplo, el matrimonio homosexual entra en su misión. Cada tiempo tiene su melodía. La única vez que yo interrumpí a Gerardo Diego, fue por ese tic verbal que tenía de «en mis tiempos...». Mire usted, sus tiempos son todos mientras esté vivo, me atreví a decirle. «Llevas razón», me contestó. Las edades hay que atravesarlas todas. Un amigo mío dice mucho: «Yo soy maduro, pero sin tirar a podrido. Eso, los melones».

¿Es razonablemente feliz mientras intenta ser feliz?

Pues sí. La gente que se complace en su dolor no es recomendable.

Libro Virtual IES Manuel Alcantara

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